Policías: no es sólo una cuestión de mando

No es difícil hacer un argumento a favor del Mando Único en materia policial. Sus proponentes apelan a la lógica elemental: los municipios del país son el eslabón más débil en las estructuras de gobierno, particularmente en su sector de seguridad.

Un cuerpo de seguridad local no tiene las capacidades ni materiales ni humanas ni de reacción para contrarrestar la capacidad de fuego y de disrupción de grupos criminales por más atomizados que estos estén. Ergo, consolidemos en un solo mando, el estatal, a las fuerzas del orden dispersas ahora en distintos cuerpos con distintos mandos. Hasta aquí el argumento parece redondo. Sin embargo, fuera de esta secuencia argumentativa, no tenemos todavía evidencia suficiente para sostener que esta es la bala de plata para resolver la problemática de nuestros cuerpos de seguridad.

La exposición de motivos que acompañó la iniciativa presidencial de Mando Único, presentada al Congreso al finalizar el 2014, fue muy pobre. Apeló a que las policías municipales gozan de poco aprecio por parte de ciudadanos medido con un indicador de confianza. Cierto, en la mayor parte del país, la confianza en estos cuerpos de seguridad es deficitaria. No se dijo, sin embargo, que la confianza en las instituciones de seguridad estatales padecen del mismo mal. Se desconfía casi por igual de unas que de otras. En el agregado, no hay una diferencia significativa. Los gobernadores no han hecho un trabajo, particularmente, sobresaliente con sus propios cuerpos de seguridad. La unidad de mando quizá beneficie las operaciones tácticas, pero no asegura necesariamente mejores policías.

Otra omisión en dicha iniciativa es la falta de reconocimiento de que este país es un mosaico. Existen capacidades muy diferenciadas en los mil 800 cuerpos de policía municipales. Con la iniciativa original se busca aplicar un mismo esquema a realidades muy diversas. Quizá por eso se atoró. A la falta de un soporte legal, distintos gobiernos han ensayado con convenios y otras figuras legales para dar vigencia al Mando Único en distintas localidades. Según la información disponible son 16 los estados en los que existen esquemas de Mando Único vigentes y estos primeros ejercicios comienzan a arrojar evidencia de lo que funciona y lo que no.

Esta manera de proceder a manera de ensayo y error tiene virtudes, insisto, aunque quisiéramos soluciones expeditas a través de un cambio legal. La reforma legal, si prospera, debe abrevar de estos procesos. Por eso hay que documentarlos y entenderlos. El ejecutivo y los legisladores tienen evidencia de la cual asirse para proponer una política pública más informada. De la cual pueden diseñar esquemas viables políticamente y convincentes para un público todavía escéptico. La tarea, entonces, es analizar, sistematizar, documentar. Generar conocimiento, lo que nuestra política pública necesita para ser exitosa.

Aun así, es importante no perder perspectiva de los alcances de un esquema de Mando Único. Equipararlo con la reforma policial es excesivo. Caeríamos en un argumento falaz si suponemos que la unificación de mando resuelve el problema de debilidad de nuestros cuerpos de seguridad.

Layda Negrete y Leslie Solís, investigadoras de México Evalúa, tuvieron oportunidad de interactuar con un grupo de policías de distinto origen, en el marco de una capacitación en materia de derechos humanos. Aprovecharon ese espacio para realizar un sondeo del cual obtuvieron información que define algunas aristas del problema. “De acuerdo con los participantes, algunos de los principales obstáculos para desempeñar su tarea de forma adecuada la falta de claridad sobre los pasos a seguir para lograr un ascenso, un horario laboral muy demandante sin adecuada remuneración, además de falta de reconocimiento o apoyo sicológico, jurídico e incluso médico. De igual manera, manifestaron que los protocolos de actuación no son suficientes, que les falta equipo tanto de protección como tecnológicos. Y que una forma de corrupción se presenta cuando los mandos son asignados por dedazo y no por méritos dentro de la institución”.

Estamos obligados a discutir sobre la idoneidad de un esquema de Mando Único estatal con evidencia en la mano y sin obviar estos otros elementos clave del desarrollo policial. Si no es así, seguiremos perdiendo el tiempo con soluciones parciales que arrojarán resultados mediocres y mucha frustración.

LA RECAPTURA DE EL CHAPO

El mérito por la captura de El Chapo Guzmán no puede ser escatimada. El trabajo de inteligencia y táctico detrás de la aprehensión muestra que el Estado mexicano puede imponerse al crimen. Necesitamos que ese mismo empeño sea puesto en tantos otros casos que están irresueltos o han quedado impunes: la muerte de periodistas; el asesinato de alcaldes y, por supuesto, la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa. Esta aprehensión resuelve la humillación por su fuga pero no da para cambiar la reputación de un Estado incapaz de hacer justicia.