Mover a todo México

Edna Jaime (@EdnaJaime)| El Financiero

No tengo duda de que el Estado mexicano tiene la capacidad de fuego para vencer a las organizaciones criminales. Pero no queremos una guerra en la que se diluya todo viso de civilidad. Necesitamos respuestas inteligentes en las que el Estado mexicano haga uso de su instrumental para pacificar a México con el menor costo de vidas humanas. Necesitamos respuestas sofisticadas que van a requerir mover a todo México. Primero, en un esfuerzo de unidad y no más división. Segundo, en la tarea ingente pero insoslayable que es construir capacidades de Estado. Considero que el presidente va encaminado por una ruta de colisión. El primer tropiezo táctico fue traumático y lo que sigue lo será todavía más.

Lo primero es reconstruir el tejido de gobernanza, que está completamente roto. El Estado mexicano es profundamente débil, a causa de ello. En el ámbito de la seguridad el tejido que une las partes está asentado en el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Su diseño es defectuoso y para todos es evidente que necesita replantearse.

La gobernanza de la seguridad está rota, por el proceso acelerado de desconcentración del poder y la descentralización de funciones entre ámbitos de gobierno, y no lo hemos podido resolver. Por eso los grupos organizados del crimen nos doblegan. Porque entre la fragmentación de funciones en la seguridad y la baja calidad de nuestras instituciones de seguridad y de justicia hacen que los brazos y los instrumentos del Estado sean profundamente disfuncionales. Y la falacia ha sido pensar que unificando el mando, vamos a darle la vuelta a un problema que es estructural.

Es desafortunado que este tema, que es el central, sea punto ciego para el presidente. O más que eso, lo descuente o lo desprecie. Ésa ha sido su actitud frente a las sesiones del Consejo Nacional de Seguridad Pública a las que ha asistido. Lo hace como un mero formalismo, porque no cree en él. Pero tampoco hace nada por reformarlo. Con ese desdén parece que mira el planteamiento –elaborado bajo su gestión– para articular un modelo policial, en el que se insiste en el fortalecimiento de las instituciones de seguridad en lo local, para así empezar a tejer las fibras rotas. El equipo de trabaja en el diseño y plan de desarrollo del modelo no pierde entusiasmo, a pesar de que encuentran un vacío en el círculo que toma decisiones en esta materia.

Por eso, el presidente entrega a las Fuerzas Armadas resposabilidades que no le corresponden. Porque la gobernanza y las instituciones en el ámbito de lo civil no funcionan, lo que hace que se profundice su debilidad.

Aún más, el presidente ha dejado completamente desbalagado el esfuerzo por mejorar el acceso a la justicia en el país. Si uno de sus plantemiento más fuertes es el combate a la corrupción y la impunidad, no encuentro correspondencia entre el objetivo y sus instrumentos. El nuevo modelo de justicia que hemos querido implantar para el país se encuentra entre la deriva y la contrarreforma, porque el presidente no cae en cuenta todavía de que el éxito del nuevo modelo de justicia desencadenaría también el cumplimiento de sus propios objetivos.

De hecho, estamos ante una ventana de oportunidad que, si se aprovecha, puede transformar la justicia en el país. A nivel federal y en la gran mayoría de los estados se está dando la transición de procuradurías a fiscalías autónomas. Un proceso complejísimo que si no se conduce con un buen mapa de navegación, pueden derivar en cambios nominales y no sustantivos, esto es, puede ser una simulación. Estas transiciones deben hacerse para generar capacidades y competencias para que las fiscalías puedan resolver los casos que se les presentan; para que  garanticen acceso a la justicia y disminuya la impunidad. Esto, estableciendo un plan de de persecución penal alineado con una política criminal.

No puedo imaginar cómo resolver el problema de la criminalidad compleja en este país sin estos instrumentos. Si el presidente quisiera invertir liderazgo en este proyecto, sin duda cosecharía resultados. Pero no está en su radar, ni en sus prioridades presupuestales, ni en lo que dice que es un ambicioso proyecto de transformación para el país.

Si no trabajamos en esto, el Estado mexicano seguirá siendo doblegado. Y no me refiero a hechos aparatosos recientes como Culiacán, o al fracaso en el operativo en Tepito, sino a lo que sucede día con día en distintos puntos del país, cuando se ve imposibilitado a proteger la vida de los mexicanos y a propiciar un clima de paz en múltiples puntos críticos de violencia y crimen en el país.

También habría que recordarle al presidente que éste es un reto fenomenal, que nos implica a todos. El presidente necesita mover a todo México para tejer un buen esquema de gobernanza en la seguridad para el país y para la necesaria reconstrucción institucional. Desde México Evalúa estaremos dando seguimiento a estas transiciones institucionales. Porque ésta es la mejor herencia y en el mayor reto al que estamos llamados en estos tiempos.

Twitter: @EdnaJaime