Momento crítico

Valdría la pena detenernos a observar qué se dirime en la arena política en estos momentos. Observo dos tensiones fuertes, cuyo desenlace determinará nuestro futuro. Por un lado, observo un afán por reconcentrar el poder y, de paso, debilitar algunos de los contrapesos forjados en los primeros años de nuestra democracia. Por otro, un afán, también, intenso por construir mecanismos que acoten el poder.

En esta dialéctica se enmarcan los esfuerzos por fortalecer los mecanismos de rendición de cuentas. Y esta agenda ha cobrado una vitalidad inusitada. Dentro de ella están los esfuerzos por transparentar las decisiones públicas y el uso de recursos y las bien logradas reformas en esta materia. Comenzamos bien con los cambios en el ámbito normativo, pero el camino para una consecución exitosa de esta reforma apenas comienza, y no sin dificultades. Son pocos los estados que han armonizado sus legislaciones a los estándares que plantea la ley general en la materia, y todavía más difícil será su implementación. Pero los rieles están puestos y hace falta empujar el carro para que tome velocidad.

En esta misma agenda están las iniciativas en materia anticorrupción. No imaginamos que llegaríamos tan lejos. Tanto, que esta misma semana ingresó al Legislativo la iniciativa de ley 3de3. Un proyecto de ley de hechura ciudadana con apoyo ciudadano. De casi 300 mil mexicanos que plasmaron en un formato el deseo profundo por construir algo distinto y el de muchos otros en los que late las misma intención. El país no ha estado estacionado, ha cambiado de maneras insospechadas y estamos viendo brotes que se expresan de manera constructiva. Todavía.

Pero esto no hace menos patente la otra pieza de nuestra realidad. La que busca debilitar contrapesos formales, la que se mueve por el afán del control. Se perfila un choque que habrá de dirimirse, por lo pronto, en la arena legislativa con el trabajo pendiente, que es enorme, para forjar en el plano de las leyes la cimiente, sustancia y funcionalidad que dará vida al Sistema Anticorrupción que se planteó con la reforma constitucional.  Esta reforma implica en su esencia, el control del poder. Fortalecer instituciones del Estado mexicano para que las conductas de los servidores públicos no se desvíen de lo que marca la ley. Para elevar la probabilidad de la detección de estas conductas y la aplicación de una sanción proporcional al daño infringido. Del trabajo legislativo puede derivar un sistema robusto. Pero también se puede jugar al gatopardismo. Simular una gran transformación para que todo siga igual, un juego frecuente que hace tan difícil que el país se mueva hacia delante.

Otra gran tensión que puedo identificar se manifiesta en nuestro arreglo federal. Descentralizamos mal y una infinidad de problemas públicos derivan, o se atoran en su solución, por este arreglo maltrecho. Frente a esta situación, se plantean esquemas de recentralización que llevan implícitos riesgos quizá mayores a los problemas que pretende resolver. Porque aunque ya lejos, todavía rondan en la memoria aquellos episodios de abuso de ese poder central que tanto daño hicieron a los mexicanos.

Dos ejemplos puntuales ilustran el punto. La recién aprobada Ley de disciplina financiera de estados y municipios. Nadie duda de la necesidad de contener conductas irresponsables en materia de manejo de finanzas estatales. Pero también debemos percatarnos de las enormes atribuciones que estamos otorgando a la Secretaría de Hacienda en este asunto. ¿Quién va a someter a la disciplina a este gigante? Similar es la propuesta de establecer un Mando Único estatal. Otra vez, en este tema el statuo quo es insostenible, nadie lo puede negar. Como tampoco podemos ser omisos respecto de que la propuesta del Ejecutivo entraña un planteamiento plagado de riesgos. De aprobarse tal como lo propuso el Ejecutivo federal, estaríamos facilitando mecanismos de control político formidables.

A pesar de la contundencia del problema y de la necesidad de replantear nuestro federalismo  atendiendo los problemas de raíz, este tema es un punto ciego en la agenda gubernamental, y también social. A diferencia de la agenda de rendición de cuentas en la que hay claridad en el qué y estamos dilucidando los cómos, en este tema hay un vacío.

Dos fuerzas están presentes en la dinámica del país. La de la reconcentración del poder y la que busca limitarlo. Estamos en un momento crítico. Si prevalece la primera, el país detendrá la marcha, ciertamente pausada, que lo orientaba hacia mejores asideros en materia de desarrollo político. Si sobresale la segunda, estaremos cimentando el camino al control del poder, al establecimiento de una democracia más vital. Así de crítico es el presente en que nos ha tocado vivir.