México en riesgo

Edna Jaime

Poco entendemos de la crisis de violencia que nos azota, esa es mi impresión cuando miro el entorno y pienso en posibles soluciones. Si bien tenemos una explicación oficial de los hechos, ésta siempre me deja insatisfecha.

Hay muchos rasgos de la realidad mexicana actual que inquietan. Dos en particular me generan profunda preocupación: nuestra incapacidad de actuar y nuestra incapacidad de entender. Este binomio nos está haciendo mucho daño.

Poco entendemos de la crisis de violencia que nos azota, esa es mi impresión cuando miro el entorno y pienso en posibles soluciones. Si bien tenemos una explicación oficial de los hechos, ésta siempre me deja insatisfecha. La versión oficial explica que el incremento de la violencia está asociado a un cambio sustantivo en la lógica de operación del crimen organizado. En el pasado, el negocio central era el trasiego de drogas para lo que se requería el control de rutas. Y ciertamente hubo disputa por ellas. En el presente, sin embargo, junto al trasiego existen delitos relacionados (narcomenudeo, extorsión) que demandan el control territorial. La lucha cruenta entre bandas se da justamente por este control de plazas que puede llegar a ser hasta de cuadras. Aquí el origen de violencia despiadada que presenciamos y que amainará cuando las reservas humanas y la capacidad de fuego de las organizaciones criminales se agoten. En términos muy gruesos éste es el entendimiento oficial.

A mi parecer necesitamos bajar un nivel más en el entendimiento de la problemática que enfrentamos.  Uno, para poder actuar con más contundencia ante la emergencia. Dos, para identificar los factores  profundos que desencadenaron un fenómeno que hoy parece incontenible y que pone en predicamento nuestro porvenir. La trasmutación del crimen ciertamente tiene que ver con todos los factores que el gobierno presenta como determinantes. Lo que no siempre se reconoce es que la metamorfosis de este animal tiene mucho que ver con la propia metamorfosis del país.

Leía hace unos días una interesante nota en la que se presentaba un argumento por demás sugestivo: decía que en términos de análisis, la comparación relevante para México en estos momentos no es Colombia sino Rusia. Es con este país con el que compartimos el tránsito de regímenes políticos cerrados a esquemas de más apertura. En ese proceso, los aparatos represivos y de control político de ambos regímenes empezaron a desarticularse dejando en su lugar enormes vacíos. La ausencia de institucionalidad, la ausencia de Estado, o su presencia filtrada y corrupta hicieron que florecieran las mafias aquí y allá. En Rusia se contuvieron, aquí nos avasallan.

No podemos entender cabalmente nuestro presente sin hacer referencia a nuestro pasado. No podemos entender la debilidad institucional de hoy si no reconocemos que ésta estuvo al servicio del control político en la época del viejo régimen. Policías, ministerios públicos, tribunales, gobiernos locales, sindicatos, organizaciones empresariales y un largo etcétera, formaban parte de ese engranaje perfecto que permitió la contención del conflicto y, por qué no decirlo, también de la violencia y el crimen. Desarticulado ese engranaje de control político y esos equilibrios, quedaron instituciones débiles con capacidades muy reducidas para ejercer sus funciones. Esa es nuestra realidad actual y de la que se aprovecha el crimen para hacer de las suyas.

Pero así como no podemos desentendernos del pasado tampoco podemos quitar responsabilidad a las administraciones recientes. No ha habido en ellas una visión verdaderamente transformadora, más allá de que las circunstancias políticas frenen toda iniciativa.

La administración foxista tenía puesta la mesa para echar a andar un proyecto de cambio sustantivo. Lo tiró a la basura. La actual administración reacciona pero no construye. Su desgaste en la línea de batalla obnubila su visión y apertura, no sólo respecto a rutas alternativas de combate al crimen, sino también de los cambios institucionales requeridos para restituir al Estado mexicano de las capacidades para que se ostente como tal frente a las mafias en todos los órdenes.
Frente al fracaso para construir el futuro, podemos caer en la tentación de mirar para atrás. Imaginarnos que es posible restaurar lo derruido y encontrar arreglos que, como en el caso de Rusia, permitan reconcentrar el poder y establecer las condiciones más básicas para la gobernabilidad y el crecimiento económico. Me temo que en nuestro país eso ya no es posible. Por eso es tan importante entender y actuar.
Las inclemencias nos llegaron todas juntas. Así como dos tormentas, una caliente y otra fría, dieron lugar a un monstruoso fenómeno natural narrado en la historia de la tormenta perfecta, así en la realidad mexicana se combinaron hechos que nos hacen enfrentar un desafío fenomenal. Tenemos que estar a  la altura.