México aumenta emisiones de metano e incumple metas con impactos negativos a la salud

Si bien las candidatas y el candidato han mencionado la intención de bajar emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la ausencia de propuestas para la mitigación del metano en específico, denota una falta de urgencia en su lista de prioridades.

Por Ana Lilia Moreno, Viviana Patiño y Lizeth Animas

El pasado 28 de abril, se llevó a cabo el segundo debate entre el y las candidatas a la presidencia. Entre los temas a discutir se incluyeron el cambio climático y la energía. Hubo, sin embargo, un gran ausente en las propuestas y en el debate: el metano. En este artículo, desde la Alianza por la Transición Energética Justa, levantamos la mano para evidenciar la importancia de hablar sobre este gas que tiene un fuerte impacto en el cambio climático y efectos negativos en la salud.

Apenas tres días antes del debate, el 25 de abril, el Observatorio Mexicano de Emisiones de Metano (Obmem) emitió un comunicado en el que insta con urgencia a las y el candidato a incluir en sus propuestas rutas de acción claras para mitigar las emisiones de metano. Ese mismo día, una coalición de organizaciones de la sociedad civil en la que participa México Evalúa, convocó a una rueda de prensa para dar a conocer un análisis de las propuestas energéticas en las plataformas electorales de Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez y Xóchitl Galvez.

A partir de nuestras revisiones, coincidimos desde la sociedad civil en la apreciación de que si bien las candidatas y el candidato han mencionado de alguna manera la intención de bajar emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la ausencia de propuestas para la mitigación del metano en específico, denota una falta de urgencia en su lista de prioridades.

Los expertos en clima señalan que esta omisión evidencia una preocupante laguna en la agenda climática y ambiental del país, lo que podría indicar falta de conciencia o cierta ignorancia sobre los riesgos climáticos inminentes, sus causas y sus afectaciones.

Un problema multifacético y exponencial

El metano, un poderoso gas incoloro de efecto invernadero (GEI) que constituye el principal componente del gas fósil conocido como “gas natural”, es responsable del 30% del incremento global de la temperatura desde la revolución industrial.

Según un artículo publicado en 2023 en la prestigiada revista Nature, cada década de retraso en la mitigación del metano resultará en un aumento adicional de aproximadamente 0.1 °C en el calentamiento máximo global. Las graves consecuencias de esto incluirían el deshielo completo del Ártico, eventos climáticos extremos sin precedentes (semejantes al huracán Otis que devastó Acapulco en octubre de 2023), la pérdida de la selva amazónica, el colapso de importantes capas de hielo en zonas montañosas, un aumento persistente del nivel del mar con consecuentes inundaciones costeras que llevarían a la alarmante pérdida de territorios (como ya ocurre con la Comunidad El Bosque, Tabasco), y, en contraste, niveles de sequía alarmantes que conllevarían pérdidas millonarias en la producción agrícola y ganadera, y falta de agua potable para la población.

Mitigar el metano (CH4), representa, sin embargo, un desafío multifacético en la lucha contra el cambio climático. Este gas, aunque más volátil que el dióxido de carbono (CO2), tiene una capacidad de calentamiento global significativamente mayor a corto plazo. El metano dura aproximadamente 12 años en la atmósfera, comparado con los siglos que puede permanecer en la atmósfera el CO2. Esto es, el metano sobrevive un periodo mucho más corto de tiempo. Sin embargo, su capacidad para retener o atrapar el calor es 83 veces superior a la del CO2.

Una de las principales dificultades para limitar las emisiones de metano radica en la diversidad de sus fuentes, que van desde la agricultura hasta la extracción y distribución de combustibles fósiles, pasando por los vertederos, presas y los humedales naturales. Rastrear y medir todos estos emisores hace que el diseño de estrategias efectivas de mitigación sea aún más complicado. A su vez, el componente económico juega un papel crucial, ya que la reducción de las emanaciones puede requerir inversiones considerables en tecnología o cambios estructurales en prácticas industriales y agrícolas.

Hay que recordar que la contaminación del aire o atmosférica implica que las concentraciones químicas superen niveles tolerables a la salud de las personas, la vegetación, los animales, e incluso el daño al territorio y al patrimonio cultural. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la contaminación atmosférica es el mayor riesgo ambiental para la salud, pues causa la muerte prematura de 6.5 millones de personas al año y expone a 99% de los habitantes de la Tierra a respirar aire que excede los límites que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido como umbrales dentro de los cuales se considera es posible vivir con salud y calidad de vida.

Lidiando con el metano: Retos en su mitigación a nivel mundial

La Agencia Internacional de Energía (AIE) elabora anualmente un reporte en el que podemos observar que desde el año 2000 hasta la actualidad, las metas y acciones globales para reducir las emisiones de metano no han logrado sus objetivos. Los índices de este gas van en aumento. Tan solo en 2022, las cifras globales de metano aumentaron un 1.92% respecto del año anterior.

Fuente: Our World in Data (2022)

Como se puede observar, el aumento histórico de las emisiones de metano está muy lejos de tener freno. Los datos muestran que de 1850 a 2022, éstas aumentaron a nivel global un 745%. Tan solo en lo que va del siglo XXI, es decir de 2000 al 2022 ese incremento ya es del 26%.

Fuente: Our World in Data (2022)

Un dato interesante, es que la caída de metano que ocurrió durante la pandemia de COVID-19 en realidad no es una reducción significativa para las emisiones históricas. De 2019 a 2020, se registró una disminución de 110 millones de tCO2e (toneladas equivalentes en dióxido de carbono); y al siguiente año, en 2021, no solo habíamos regresado a niveles pre pandemia sino que los superamos. Esto evidencia tres cosas: 1) que cambios drásticos en el comportamiento humano logran reducciones en las emisiones de CH4; 2) que los esfuerzos actuales no han logrado revertir la tendencia creciente, y 3) que verlo en una amplia perspectiva desde 1850 nos ayuda a dimensionar el tamaño del desafío y la urgencia de poner en las prioridades de la agenda climática el abatimiento de este tipo de emisiones tan destructivas.

Para añadir más datos alarmantes, las fugas de metano clasificadas como graves aumentaron en más del 50% en el año 2023 comparadas con el año 2022. Esto significó arriba de 5 millones de toneladas extras de metano en el mundo. El aumento se observa sobre todo en las emisiones relacionadas con petróleo, un 6.5% de 2020 a 2023; aunque las de carbón y gas natural también continúan en aumento: 11.1% y 7.4% respectivamente; mientras que las provenientes de biocombustibles se han mantenido relativamente estables en estos 24 años.

En cuanto a los impactos a la salud por metano, de acuerdo con el PNUMA, el metano, por sí solo, causa alrededor de 1 millón de muertes prematuras al año. Entre los síntomas más comunes que este gas ocasiona, se encuentran la irritación de las vías respiratorias, complicación o generación de asma, alteración o debilitación del sistema inmunológico, entre otras. El Centro Méxicano de Derecho Ambiental (CEMDA) en colaboración con la organización civil Cartocrítica realizó un estudio en donde se encontró que el metano, en conjunto con otros gases, se relacionan con nacimientos de bebés con malformaciones debido a la alta exposición que las madres tienen a dicho gas. Queda claro que es urgente tomar medidas concretas para reducir los niveles de metano y de otros gases. 

Los compromisos de México para la reducción del metano

En las últimas décadas, México ha reconocido la urgencia por reducir las emisiones de metano, especialmente aquéllas que se generan por la industria del petróleo y gas. Se ha unido a una serie de acuerdos internacionales y creado lineamientos que permiten establecer objetivos y acciones necesarias para lograr reducir no sólo las emisiones de metano en específico, sino de gases de efecto invernadero. Entre los primeros acuerdos que México firmó sobre GEI, se encuentra el Acuerdo de Kioto. El gobierno mexicano lo suscribió en junio de 1998 y el Senado de la República lo ratificó en abril del 2000. Las metas que se establecieron incluían la reducción del 5.2% de emisiones de GEI para 2008-2012. En esos años, México logró reducir 11.18% sus emisiones, según los Inventarios del INECC, cuyos datos que se grafican más adelante en una línea roja, muestran un pico en 2008, a partir del cual siguió un cambio de tendencia a la baja que se interrumpió en 2019 con una nueva subida en los niveles de metano.

Posteriormente, en 2004, México se unió a la Iniciativa Global de Metano. Su objetivo es reducir las emisiones de metano mediante acciones que afecten directamente a las que se consideran las cinco principales fuentes de metano: la agricultura, las minas, los residuos, las aguas residuales, y la industria del petróleo y gas. En 2016, en la COP 21 y mediante el Acuerdo de París (1998), México se comprometió a reducir sus emisiones de GEI y otros contaminantes en un 25% para el año 2030. En el mismo año, en la Cumbre de Líderes de América del Norte, el gobierno mexicano firmó el compromiso también de reducir las emisiones de metano que son producidas directamente en la industria del petróleo y gas entre un 40% a 45% para el año 2025.

Años después, en la COP 26 llevada a cabo en 2021, y mediante el Compromiso Global de Metano, México se comprometió a reducir las emisiones específicamente de este gas en un 30% por debajo de los niveles presentados en 2020 para el año 2030. Además, en el Foro de las Principales Economías sobre Energía y Acción Climática llevado a cabo en 2022, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que PEMEX tendría una inversión de 2 mil millones de dólares con el objetivo de reducir el 98% de las emisiones de metano que se generan por dicha industria. Recientemente, en la COP 27 también llevada a cabo en 2022, el gobierno mexicano actualizó su meta de reducción de emisiones de GEI de un 25% a un 35% para el año 2030, y anunció que PEMEX tendría una estrategia de aprovechamiento de gas en pozos existentes que ayudaría a la reducción de emisiones de CH4. Pese a todos estos compromisos, como veremos a continuación, seguimos observando que los niveles de metano van en aumento. 

En México, el CH4 aumentó incluso en la pandemia

México va tarde en su compromiso de reducciones de metano. En 2022, fue el décimo país con más emisiones del gas, y los registros aún no indican que haya disminución. Los inventarios nacionales permiten notar que la tendencia se mantiene a la alza desde 1990, año respecto del que hemos emitido un 68.06% más metano respecto al último dato disponible, que es de 2021. Solamente en los últimos 10 años anteriores a 2021, las emisiones de metano crecieron un 23.63%.

Ahora bien, los incrementos en el sector energía son proporcionalmente mayores. De 1990 a 2021, el alza ha sido de 128.03% en el sector energético; y en la última década las emisiones de metano han crecido un 50.06%. Al punto que, como ya hemos mencionado desde México Evalúa, Pemex emite 8 veces más metano que empresas similares que, incluso, producen más petróleo. Estos datos evidencian aumentos muy por encima de los niveles de emisiones rutinarios que la industria registra usualmente, y los impactos ya llegan a percepción de la población.

Un dato interesante es que en México no hubo disminución en emisiones de metano entre 2020 y 2021, durante el periodo más crítico de la pandemia por COVID-19, cuando se mantenía a la población con baja actividad y en resguardo en los hogares. Por el contrario, en 2020, se registraron 10.26% más emisiones nacionales de metano que en 2019; y 2021 tuvo 2.31% más metano que en 2020, como se puede apreciar en la gráfica. 

Fuente: Elaboración propia con datos de INEGyCEI 1990-2019 y INEGyCEI 2020-2021, Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).

Conclusiones

Las emisiones de gas metano han sido responsables de un 30% del calentamiento global que enfrentamos en la actualidad, como expone la AIE. En medio de los esfuerzos por contrarrestar el aumento de la temperatura, reducir las emisiones de metano en un 45% se presenta como una medida crucial para alcanzar una disminución de 0.3°C para el año 2040. Si esto se lograra, nos encaminaría hacia un futuro más sostenible y en línea con los compromisos climáticos internacionales. 

A pesar de un amplio apoyo público en México para la implementación de regulaciones que minimicen la contaminación por fugas de metano, hasta la fecha el país no ha logrado cumplir sus metas de reducción en este aspecto.

Es por ello que, desde  la sociedad civil, hacemos este llamado para que las facciones políticas que buscan ganar el poder en 2024 asuman como una prioridad la mitigación de las emisiones de este contaminante. Sabedores de que las candidatas y el candidato manifiestan constantemente su preocupación por el cambio climático y el medio ambiente, lo esperable es que los discursos se traduzcan en propuestas específicas, y que estas se traduzcan, una vez en el poder, en planes y programas de gobierno.

A medida que nos aproximamos al año 2025, fecha límite establecida por el gobierno mexicano para reducir en un 40% las emisiones de metano provenientes de la industria del petróleo y gas, es evidente que estamos muy lejos de alcanzar dicho objetivo.

Por: Ana Lilia Moreno es coordinadora del Programa de Regulación y Competencia de México Evalúa; Viviana Patiño Alcalá, es investigadora; y Lizeth V. Animas Mata, es colaboradora del mismo programa.