Hay que hablar de Juárez

Edna Jaime

Los juarenses han peleado sin descanso por reconstruirse, por favorecer el fortalecimiento de sus instituciones de seguridad y de justicia. Por hacer que autoridades de los tres ámbitos de gobierno miren a un solo objetivo. Por hacerse oír cuando la violencia silenció a muchos otros.

Hemos dejado de hablar de Ciudad Juárez. Ese pedazo de territorio nacional promisorio como pocos por su pujante economía y estremecedor por los hechos de su historia reciente. Juárez no es México, pero cómo podemos aprender de su reciente tránsito del abismo a la recuperación.

Éste es el tema del más reciente reporte del International Crisis Group, una organización no gubernamental que trabaja en zonas de violencia intensa. Su propósito es entender el origen de este fenómeno con el propósito de encontrar cauces para su resolución a través del diálogo y recomendaciones puntuales de política pública. Entramos en el radar del Crisis Group porque nos convertimos en un país en conflicto. No todo México, ciertamente, pero algunas de sus regiones de manera irrefutable. Juárez no podía quedar fuera de su foco.

Ciudad Juárez alcanzó la tasa más alta de homicidios en el mundo de manera súbita, tal como se extiende una epidemia en una comunidad. Juárez estaba predispuesta a la violencia: autoridades corruptas o coludidas con grupos criminales en lo que era una historia larga de coexistencia e impunidad. También por años de abandono de lo público. A pesar de su pujanza, o quizá por ella, Ciudad Juárez creció rota. Gravemente dividida entre quienes tenían acceso a derechos y oportunidades y quienes no. Y una población juvenil que nació en el margen y se mantuvo ahí sin perspectiva de futuro.

Hoy no hablamos de Juárez, cuando deberíamos tenerla en el centro de nuestra atención. Cuando nos ofrece invaluables lecciones para establecer una política de seguridad más completa y efectiva. Porque su tránsito reciente no es un hecho menor. El reporte del International Crisis Group nos invita a hacerlo. Ofrezco algunas reflexiones.

1) La producción de seguridad es una empresa local. Juárez lo confirma. La Ciudad tuvo una importante presencia de fuerzas federales. Ejército primero, Policía Federal después. Pero es la recomposición de su policía local lo que marca el punto de quiebre. No quiero decir con esto que la presencia de fuerzas federales fuera inocua. Simplemente no fue suficiente. La reconstrucción de las fuerzas de seguridad de la ciudad no fue lineal, ni sencilla. Incluso llegó a ser controvertida cuando Leyzaola, este militar con métodos de reclutamiento y disciplina poco ortodoxos y prácticas en ocasiones abusivas de los derechos humanos, se hizo cargo. El hecho es que, aunque todavía deficitaria, la policía local cobra forma y esto no puede soslayarse.

Como Juárez, otros municipios de este país lo están intentando. Mirar de qué están hechas estas experiencias promisorias, me parece imprescindible antes de dar un salto al vacío con un esquema de mando único estatal para el cual no tenemos evidencia de que pueda funcionar.

2) No hay paz sin justicia. Y no hay justicia sin una reforma profunda de ministerios públicos y su capacidad de investigación. A esto nos referimos cuando hablamos de fortalecer capacidades. Es un trabajo arduo que se coloca pieza por pieza. En un lapso relativamente corto, la región de Juárez ha logrado disminuir sensiblemente la tasa de impunidad en homicidios. Indicador potente para medir la eficacia en las tareas de investigación y de todo el proceso penal.

3) La coordinación entre distintos ámbitos de gobierno ha sido clave en la recuperación. En Juárez se logró a pesar de que la tendencia es la contraria. Es sabido que nuestro problema de criminalidad y violencia corre de manera paralela con la fragmentación de poder en el país. Hacen falta leyes, como afirma el Presidente de la República, para definir competencias y concurrencias en los tres ámbitos de gobierno en esta materia. Pero también visión de Estado para abordar el problema y las políticas de seguridad sin un sesgo faccioso o partidista que en los hechos se da.

4) Nada de lo descrito hubiese ocurrido sin una participación activa e incisiva de los juarenses. Me consta que han peleado sin descanso por reconstruirse, por favorecer el fortalecimiento de sus instituciones de seguridad y de justicia. Por hacer que autoridades de los tres ámbitos de gobierno miren a un solo objetivo. Por hacerse oír cuando la violencia silenció a muchos otros.

5) Esa convicción por reconstruirse se apuntaló con la inversión multimillonaria deTodos somos Juárez, que llegó a paliar años de abandono de comunidades enteras, de servicios públicos insuficientes o inexistentes, de carencia de espacios para la convivencia. De atención a jóvenes en situación de riesgo o ya en franco conflicto con la ley. Dinero que fluyó sin plan ni evaluación, pero que tuvo un impacto. Recursos que se acompañaron de solidaridad, de una intención manifiesta de pegar lo roto. De reconciliación. Esa inversión de recursos morales y monetarios debe continuar.

Hay que hablar de Juárez porque nos recuerda de qué estamos hechos. De coraje para enfrentar la adversidad y de valor para hacer que los responsables en el ámbito público cumplan con su función.