Señales de debilidad: recaudación tributaria a mitad de sexenio

Por Mariana Campos (@mariana_c_v) y Lía Alvarez (@Lia_A_B) | Animal Político

La recaudación de impuestos –o ingresos tributarios– es la fuente principal de financiamiento del gasto público. Son los ingresos más relevantes para el Gobierno, pues representan más de la mitad de los ingresos totales (59.8%). En 2021 se ubicaron en 3.6 billones de pesos, lo que supone un aumento de 1.1% (37.9 mmdp) con respecto al monto recaudado durante 2020.

Estos ingresos son relevantes porque le dan sostenibilidad a las finanzas del Gobierno, al ser una fuente recurrente o periódica de ingresos (y no sólo ocasional, como la liquidación de fideicomisos, o temporal, como los que provienen de la explotación de un recurso natural finito). Así, le dan capacidad al Gobierno de financiar políticas públicas de largo plazo, mediante las cuales podemos aspirar a cambiar realidades. Es por eso que en México Evalúa damos seguimiento constante y sistemático a los ingresos tributarios.

Débiles cuando más se les necesita…

Mirando en el balcón de la mitad del sexenio, el desempeño de la recaudación tributaria fue hasta cierto punto decepcionante. A pesar de que el Gobierno presume de la “fortaleza de los ingresos tributarios” y del combate a la evasión fiscal, la realidad es que en el agregado no han crecido gran cosa. En 2021 aumentaron apenas 2.8% (98.6 mmdp) en relación con el monto observado al cierre de 2018, el último año del sexenio pasado. Es un aumento claramente insuficiente para amortiguar las presiones que el propio Gobierno enfrenta del lado del gasto; entre ellas, el gasto creciente de pensiones, el cual creció 27.1% (256.5 mmdp) con respecto a 2018, que incluye el apoyo a adultos mayores.



La mayor parte del aumento observado en los ingresos totales (167.9 mmdp) durante el mismo periodo (2021 vs. 2018) no vino de los ingresos tributarios, sino principalmente de la suma de los aumentos en otros ingresos (147.6 mmdp), entre los que destacan los petroleros y los no tributarios no petroleros (NTNP).

El crecimiento de los ingresos tributarios durante la mitad del sexenio ha sido impulsado prácticamente por la recaudación del IVA, que aportó 80% del aumento observado. Éste a su vez creció 7.6% o 79.2 mmdp. Los ingresos por el resto de los tributos quedaron estancados. El caso del ISR provoca especial preocupación, por ser el ingreso más importante del Gobierno para financiar el gasto público; sólo aumentó 0.6% o 10.7 mmdp en tres años. Simplemente paupérrimo.



La falacia que ha abrazado este Gobierno es que un aumento en el número de contribuyentes se traduce en una mayor recaudación. Y no necesariamente es así: lo que está detrás de una recaudación que crece es una economía que se expande.

Veamos. El SAT aumentó en 233 mil el número de contribuyentes con pago de ISR, en relación con el cierre de 2018, de los cuales 112 mil, casi la mitad del aumento total, corresponde sólo a personas morales, a pesar de que hay considerablemente menos personas morales que físicas con RFC. El SAT registró 4.2 millones de contribuyentes que presentaron declaración con pago de ISR al cierre de 2021; de éstos, 752 mil fueron personas morales[1]. Sin embargo, esto se reflejó en un crecimiento de ISR de sólo 10 mmdp, y hay que notar que hubo una disminución en el monto recaudado de ISR proveniente del pago de personas morales: cayó 70 mmdp. En suma, el aumento en el número de empresas pagadoras no se tradujo en una mayor recaudación por ese concepto.



Por el lado del cobro de IVA también se observó un aumento en el número de contribuyentes que aportaron y en el monto recaudado, solo que el aumento fue más significativo, como lo mencionamos anteriormente. Esto en parte se debió a un mayor nivel de consumo privado en el mercado interior, con respecto al observado en 2020, en particular en los servicios y en el consumo de bienes importados[2]. La recaudación aumentó en 79 mmdp en relación con el monto de 2018; la mayor parte o 72 mmdp fueron pagados por personas morales y 7 mmdp de personas físicas. En efecto, parece que se sustituyó el menor pago de ISR con un mayor pago de IVA.



Y démonos de santos que creció…

Durante el año pasado, la recaudación de ISR creció 1.9% en relación con 2020: es poco si se considera que la economía creció 5.0%. Pero, con todo, este resultado es MUY afortunado; es decir, pudo ser MUCHO peor. Analicemos los datos minuciosamente.

El salto que permitió el crecimiento marginal en la recaudación de ISR durante el año pasado se observó en enero, marzo –meses de declaraciones ante el SAT, lo que eleva los ingresos– y diciembre, pues durante los demás meses de 2021 los impuestos se mantuvieron constantes. Sin embargo, en el último mes del año, los ingresos tributarios aumentaron 38.8% (99.4 mmdp) con respecto a noviembre, principalmente por el crecimiento atípico de 56.3% (76.2 mmdp) del ISR y de 22.1% (18.0 mmdp) del IVA, lo cual contrasta con el nulo crecimiento de la economía (0.0%)[3] en diciembre de 2021 con respecto al mes previo, conforme a los datos reportados por INEGI en el indicador oportuno del IGAE.



En años anteriores,la variación mensual de los ingresos tributarios en diciembre se había disparado, pero no como lo hizo en 2021: en igual mes de 2018 aumentaron 10.0%; en 2019. 18.3%, y en 2020, 19.4%. El contraste fue causado por el ISR, pues había presentado crecimientos de 28.1% (2018), 27.1% (2019) y 23.3% (2020), pero no más de 50% para diciembre. Por su parte, el IVA no sigue una tendencia clara: en diciembre de 2018 disminuyó 12.0%; en 2019 creció 10.6% y en 2020, 21.1%. Los IEPS han variado, pero no abruptamente.

Este comportamiento atípico también se observa al analizar las variaciones con respecto a diciembre de 2020. Desde esta perspectiva, los ingresos tributarios sólo aumentaron 5.2% (17.6 mmdp), pero el ISR se incrementó 21.9% (38 mmdp). Una situación similar no se había observado desde igual mes de 2015 y 2016, cuando este impuesto creció 24% (en cada año) como consecuencia de la reforma fiscal de 2014, año en que la economía mexicana creció 2.1%.



Lo que más sorprende es el divorcio que se apreció entre la recaudación del ISR y la economía durante el año pasado, tanto en el segundo trimestre como en el cuarto trimestre. El comportamiento de sus variaciones (trimestrales a tasa anual) fue opuesto.



La respuesta es el crecimiento económico

Como pueden comprobar, la recaudación tributaria no está siendo el motor de crecimiento de los ingresos presupuestarios, ni siquiera batiendo récord con una tasa de crecimiento de recaudación de ISR atípicamente alta al cierre del año pasado, pocas veces vista. Dicho de otra forma, una golondrina no hace verano.

Esta debilidad tributaria no es consecuencia exclusiva de la pandemia; también lo es de las malas políticas económicas que esta Administración ha puesto en marcha desde su inicio e insiste en seguir implementando. Maltratar a la inversión privada generando incertidumbre y costos innecesarios, así como no enfocar correctamente la inversión pública hacia los proyectos socioeconómicamente más rentables, se traduce en bajo crecimiento económico (o hasta en decrecimiento, como lo vimos en 2019), y esto a su vez deriva en depresiónde ingresostributarios. 

Eso no quiere decir, desde luego, que los efectos de la pandemia no hayan sido mayúsculos. También han afectado a la economía hasta la fecha, generando incertidumbre, restricciones a los procesos productivos, variaciones en el consumo.

Para 2022 se espera un menor crecimiento económico que el 4.1% considerado en el Presupuesto. Los especialistas esperan en promedio que se ubique en 2.8%. Esto va a mantener débil la recaudación tributaria.

Por eso, necear con una reforma eléctrica que va a encarecer la generación de electricidad y los precios de los bienes y servicios, simplemente porque la CFE sufre de obsolescencia, es un despropósito monumental para la economía, las finanzas públicas y el desarrollo del país. De ese tamaño es el riesgo.

Reencauzar la reforma eléctrica es la principal prioridad si lo que queremos es controlar la erosión de la confianza en la economía mexicana en el corto plazo y la percepción del riesgo país, así como contener la debilidad en la inversión. México tiene que robustecer su perfil como destino para la inversión. Sólo el crecimiento económico puede fortalecer de manera decisiva la recaudación tributaria, especialmente en un contexto en el que el Gobierno renunció a usar la política fiscal como instrumento económico. Está cancelada la posibilidad de rediseñar los tributos para aprovechar mejor su potencial recaudatorio y los incentivos que pueden generar para reactivar la economía. 



[1] Otras personas físicas y morales: se agrupan en el rubro de ‘Otros’ las Retenciones de Personas Físicas y Personas Morales de manera independiente, distintas a retenciones en el extranjero y salarios, ya que la información es proporcionada por el retenedor y no por el obligado al pago.

[2] Conforme a lo reportado en el Indicador Mensual del Consumo Privado en el Mercado Interior de INEGI.

[3] Conforme a lo publicado por el INEGI en el indicador oportuno del IGAE: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2022/ioae/ioae2022_01.pdf