Edna Jaime: en defensa de la sociedad abierta

Ciudad de México, a 2 de noviembre de 2021

Excelentísimo Señor Jean-Pierre Asvazadourian, Embajador de Francia en México;

Querida familia;

Queridos colegas de México Evalúa;

Queridas amigas y amigos:

Es un verdadero privilegio y orgullo recibir de manos de la República Francés esta altísima distinción. La acepto muy honrada. Mas no la entiendo como un reconocimiento a mi persona, sino como un gesto que da renovado aliento a las personas que, con valor y esperanza, dan vida a las organizaciones de la sociedad civil en México.

Señor Embajador Asvazadourian, le pido por favor transmita mi gratitud infinita al Gobierno de Francia, así como al Consejo de la Orden de la Legión de Honor.

Durante los últimos 12 años he dirigido con mucho orgullo México Evalúa, una organización de la sociedad civil que contribuye a la solución de los problemas nacionales a partir de la evaluación y la mejora permanente de la política pública.

El espíritu que mueve a quienes trabajamos en México Evalúa es el mismo que da sentido y propósito a la sociedad civil nacional e internacional. Queremos construir un mundo más humano, más justo y más vivible para todas las personas, sin importar su lugar de nacimiento, su clase social, su género o el color de su piel.

Hasta hace relativamente poco, parecíamos tener la certeza de cómo lograr ese mundo. O, al menos, todos parecíamos compartir una base común de valores e ideales para construirlo. Pero los años recientes nos han enseñado que las apariencias engañan. La equidad de género, el cuidado del planeta, la expansión de los derechos y de las libertades, la primacía de la ciencia y del conocimiento… todos esos ideales que creímos compartidos hoy están bajo asedio. Lejos de unirnos, esos temas nos están dividiendo. Y no en pocos casos nos están sumiendo en confrontaciones cada vez más intensas y cada vez más amargas.

Son buenos tiempos para los extremismos, porque la lógica del “ellos” contra “nosotros” se ha instalado en el corazón y la mente de millones de personas, abriendo la puerta a autoritarismos públicos y privados. El debate de ideas y el contraste de argumentos se ha visto sustituido por la cacofonía de la propaganda y la estridencia de las emociones.

Construir una base común de entendimiento sobre los problemas de nuestras sociedades y sus posibles soluciones se ha vuelto cada vez más difícil. El lenguaje público se ha degradado y se ha convertido en un arma para acosar y denigrar a quienes piensan y opinan diferente.

Son momentos difíciles para quienes creemos en la libertad, la igualdad y la fraternidad, los ideales de la Revolución Francesa que dieron origen al mundo moderno. Son tiempos de muchas dudas y pocas certezas. Pero si una verdad ha quedado demostrada es que lo que evitará que encallemos en la intolerancia y el sectarismo está en la sociedad civil. Lo sé, porque durante los últimos cuatro años, he tenido el inmenso privilegio de ser parte del Foro Paris para la Paz, una extraordinaria iniciativa del presidente Emmanuel Macron y del pueblo francés.

Desde 2018, este Foro reúne anualmente a jefes de Estado y de gobierno, a líderes de organizaciones internacionales y multilaterales, pero también convoca de manera central a integrantes de la sociedad civil de todo el mundo: periodistas, activistas, filántropos, académicos y a toda persona que quiera aportar ideas y soluciones para construir la paz. Y si algo he aprendido en los años que llevo participando en ese espacio, es que la paz, esa meta global, grandiosa, histórica y utópica, no sólo se construye en los grandes salones alfombrados de la diplomacia.

La paz se construye con el trabajo de las mujeres que defienden el derecho de las niñas a ir a la escuela en el Medio Oriente.

La paz se construye con el valor de los promotores de la libertad de expresión en Asia.

La paz se construye con las innovaciones de los científicos que luchan contra la deforestación en Sudamérica.

La paz se construye también con quienes defienden la democracia en México, con quienes luchan contra el racismo en Norteamérica y contra la xenofobia en Europa.

La paz se construye, en suma, con todos los que formamos, creemos y defendemos a la sociedad abierta

La sociedad abierta a las ideas, abierta al conocimiento y al aprendizaje, abierta al consenso y al disenso, abierta a la compasión y a la comprensión del otro. Todo esto es lo que nos permitirá construir un mundo que sepa convivir en paz.

Es mucho lo que la sociedad abierta le debe a Francia. La primacía de la luz de la razón sobre la oscuridad del fanatismo. La división de poderes. El rechazo al despotismo y al absolutismo. La poderosa idea de que todas las personas, solo por serlo, somos iguales y gozamos de derechos inalienables. La noción de lo que significa la ciudadanía, con su precio y su promesa.

Esas ideas nacieron y se desarrollaron intelectual, filosófica y políticamente en Francia y hoy forman parte de lo mejor de la experiencia humana.

A todos los que creemos en esos ideales nos corresponde no dejar que su luz se debilite o se apague, aun si el viento sopla en contra y sopla fuerte. Nos toca trabajar desde la sociedad civil para que la sociedad abierta vuelva a hacer de la pluralidad su fuerza. Nos toca mirar a Francia, inspirarnos en su tradición, aprender de su experiencia y sus aciertos y sumar a la construcción de un mundo mejor.

Para concluir permítanme traer a Octavio Paz a esta sala. El gran escritor mexicano vivió cinco años en París, como agregado cultural de nuestra embajada. Él siempre admiró el amor del pueblo francés por la libertad y la democracia.

Sobre esos ideales, él dijo con razón que: “la unión de libertad y democracia (los pilares de la sociedad abierta) ha sido el gran logro de las sociedades modernas. Logro precario, frágil y desfigurado por muchas injusticias y horrores; asimismo, logro extraordinario y que tiene algo de accidental o milagroso”[1].

Hoy que tengo el honor de recibir esta alta distinción, quiero convocarlos a seguir defendiendo el “logro extraordinario y milagroso” que representan la libertad y la democracia, la sociedad abierta.

A la libertad y la democracia se defienden con ideas.

Se defienden cuando defendemos la verdad.

Se defienden cuando hacemos a los gobernantes responsables de sus actos y a los ciudadanos responsables de su destino.

La libertad y la democracia se defienden cuando luchamos contra la injusticia y denunciamos la corrupción y el abuso de poder.

Eso es lo que hacemos y seguiremos haciendo desde México Evalúa.

Y eso es lo que seguiremos haciendo en el Foro de París sobre la Paz, convencidos de que los retos del siglo veintiuno sólo podrán resolverse con la cooperación y la solidaridad entre todos.

Una vez más, muchas gracias por esta gran distinción.

Muchas gracias por su amable atención.


[1] Discurso de Octavio Paz al recibir el Premio Cervantes (1981)