Cómo reconstruir espacios públicos y hacerlos seguros

La reconstrucción de inmuebles y espacios públicos dañados tras los sismos representa una oportunidad para rediseñar la CDMX y convertirla en una ciudad más accesible y segura para las personas.

Jimena David (@jimena_dag) y Alan López (@alanfabian07) / Animal Político

La reconstrucción y el reforzamiento de viviendas, edificios y comunidades enteras tras los sismos del pasado 7 y 19 de septiembre representa una oportunidad no sólo para mejorar la infraestructura urbana, sino también para diseñar espacios públicos menos vulnerables a la delincuencia y la inseguridad.

Una de las corrientes teóricas de la prevención del delito (prevención situacional) busca reducir las oportunidades que ofrece el entorno físico para que un individuo cometa un delito, incrementando el riesgo y la dificultad de hacerlo (Clarke, 1995). La premisa central es que resulta más fácil modificar el espacio, el diseño y el medio ambiente que al propio agresor (Cozens y Love, 2015). Destaca en particular la metodología de Prevención del Delito mediante el Diseño Ambiental (CPTED[1] por sus siglas en inglés), que surgió en la década de los setenta y que ha sido aplicada desde entonces en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia y Chile.

Esta metodología consiste en crear o rescatar espacios públicos de calidad, seguros, accesibles, integradores, que acojan la diversidad de funciones que sus usuarios buscan en ellos, que generen una mayor cohesión social y que reduzcan la percepción de inseguridad de la población. Esta estrategia se puede aplicar tanto en zonas habitacionales como comerciales.

¿Cómo (re)diseñamos espacios seguros?

Primero, se tiene que realizar un diagnóstico del espacio público para identificar los principales factores de riesgo: calles sin iluminación, mobiliario urbano dañado, terrenos baldíos, poca vigilancia en accesos, entre otros. El diagnóstico incluye marchas exploratorias, talleres de trabajo y mesas de deliberación con los vecinos, comerciantes y líderes locales.

La participación ciudadana es clave porque precisamente son los habitantes quienes conocen mejor su entorno, transitan por las calles e identifican las principales necesidades en materia de seguridad. De esta manera, son co-participes y co-responsables de la estrategia.

En segundo lugar, se implementan diversas acciones para reforzar la seguridad, entre las cuales destacan las siguientes:

  1. Vigilancia natural: incrementar la visibilidad sobre los espacios mediante la inclusión de fachadas visualmente activas (ventanas y paredes parcial o completamente transparentes y espacio abierto accesible), fachadas físicamente permeables (entradas peatonales a tiendas y edificios), banquetas amplias, suficiente iluminación (tanto peatonal como vehicular) y vegetación nativa atractiva que no bloquee la visión. A través de este diseño, los ciudadanos pueden observar lo que ocurre en su entorno y reportar comportamientos peligrosos o delictivos. Éste también fomenta el tránsito de las personas por las calles e incentiva a que los vecinos se involucren más con su entorno, pues produce un sentimiento de mayor seguridad. Estos factores contribuyen a generar lo que Jane Jacobs (1961) llamó “eyes on the street” (ojos en las calles).
  1. Control natural de accesos: conectar los accesos con áreas visibles por los vecinos, evitar colocar pasillos en zonas oscuras o con obstáculos y delimitar rutas de acceso a través de elementos como bancas, biciestacionamientos, arbustos, cubresuelos, macetas u otros que reorienten el tránsito de personas sin afectar su movilidad. De esta manera, existe un mayor control del espacio por parte de los habitantes y se desincentiva la comisión de delitos. Cuando el diseño falla en proporcionar un control natural de accesos, los ciudadanos pueden recurrir a la instalación de elementos “hostiles”, como altas bardas, plumas de acceso o casetas de vigilancia, las cuales refuerzan la percepción de inseguridad y mandan un mensaje de exclusión para quienes no son vecinos.
  1. Reforzamiento territorial: incrementar el sentido de pertenencia y afecto del ciudadano con su entorno inmediato. La inclusión de áreas verdes y espacios de uso común, con diseños atractivos, infraestructura con accesibilidad universal y señalamientos promueve que los ciudadanos se apropien de estos espacios, los disfruten y los protejan. Una vez que se cuenta con espacios públicos de calidad, éstos también pueden ser usados para desarrollar actividades que fortalezcan los lazos de la comunidad, como clases de baile o deporte, exposiciones artísticas, entre otros.
  1. Actividades de mantenimiento: limpieza de las calles, cuidado de las áreas verdes, protección del inmobiliario urbano y reparación de los desperfectos. También es importante que los ciudadanos desarrollen vínculos de afecto con sus espacios públicos, con el fin de que se involucren en su cuidado. Éste es el factor clave para que la metodología CPTED sea sostenible en el tiempo.

La metodología se puede complementar con otras acciones, como la instalación de cámaras, alarmas, monitores y mayor vigilancia. Además, resulta deseable articular estas intervenciones con otras estrategias de prevención y contención de la delincuencia.

Logros y propuestas

Casteel y Peek-Asa (2000) evaluaron la efectividad de la metodología aplicada en zonas comerciales y de negocios de varias ciudades de Estados Unidos, con el objetivo de reducir los índices de robos. Los resultados muestran una reducción de entre el 30% y 84% de los robos cometidos en los espacios intervenidos.

Por su parte, Welsh y Farrington (2008) encontraron que la mejora del alumbrado público ayudó a reducir, en promedio, 27% los robos a transeúntes, a casa-habitación y de vehículos en diferentes ciudades de Estados Unidos y Reino Unido. Otras evaluaciones también muestran resultados positivos en la disminución de los índices delictivos (Armitage, 2000).

Los sismos del mes pasado generaron trágicas pérdidas humanas, así como el colapso o derrumbe programado de decenas de inmuebles y daños en espacios públicos (banquetas, camellones, parques, entre otros). A estos eventos, seguirán las labores para la reconstrucción de lo perdido y el reforzamiento de lo debilitado, abriendo la oportunidad para rediseñar partes de nuestras ciudades con una mejor planeación, pensando en la accesibilidad y seguridad de las personas.

* Los autores son investigadores del programa de seguridad de México Evalúa y agradecen los comentarios y la edición de Laurence Pantin y el diseño de Miguel Cedillo.

Bibliografía

Armitage, R. (2000). An Evaluation of Secured by Design Housing within West Yorkshire. Policing and Reducing Crime Unit Briefing Note 7/00. London: Home Office.

Casteel, C. y C. Peek-Asa (2000). Effectiveness of Crime Prevention Through Environmental Design (CPTED) in Reducing Robberies. American Journal of Preventive Medicine. 18(4S) 99-115.

Clarke, R. (1995). Situational Crime Prevention. Crime and Justice: A Review of Research. 19: 91-150.

Cozens, P. y T. Love (2015). A Review and Current Status of Crime Prevention through Environmental Design (CPTED). Journal of Planning Literature. 1-20

ITDP (2014). TOD standard. https://www.itdp.org/wp-content/uploads/2014/03/DOT-Est%C3%A1ndar-2.1.pdf

Jacobs, J. (1961). The Death and Life of Great American Cities. Nueva York: Random House.

Welsh, B. y D. Farrington (2008). Effects of Improved Street Lighting on Crime. Campbell Systematic Reviews:13.

[1] C. Ray Jeffery acuñó el término en inglés Crime Prevention Through Environmental Design en 1971.