Vestigios
Por Luis Rubio (@lrubiof) | Reforma
La pandemia (casi) ha concluido, pero sus secuelas son visibles por todos lados. “Una epidemia”, apuntó Ambrose Bierce en 1906, es “una enfermedad con una vertiente social y pocos prejuicios”.
En el curso de este periodo recabé una multiplicidad de citas y anécdotas sobre las epidemias a lo largo de la historia. Aquí van algunas sugerentes:
En su novela Muerte en Venecia (1912), Thomas Mann relata como se iba llenando la casa en que se confinaron los afectados por la plaga, así como crecía el comercio entre el puerto y la isla cementerio de San Michele. Había miedo respecto a la posibilidad de que se colapsara la prosperidad de la ciudad; la exhibición de arte en los jardines públicos tenía que ser considerada debido a las serias pérdidas en caso de que el pánico o rumores desfavorables pudiesen amenazar a las tiendas, hoteles y a todo el sistema para exprimir a los extranjeros… El responsable gubernamental de la salud había sido forzado a renunciar, indignado ante la política de silencio y negación, para ser reemplazado por una personalidad más acomodaticia. Nada nuevo bajo el sol.
La humanidad enfrenta tres grandes enemigos: la fiebre, el hambre, y la guerra; de estas tres, por mucho las más grande, con mucho las más terrible, es la fiebre.
William Osler, 1896
Después de que comenzó la epidemia, básicamente no volví a casa. Vivía separada de mi esposo y de mi familia. Mi hermana ayudó a cuidar a mis hijos en la casa. Mi hijo menor no me reconoció, no reaccionó cuando me vio en video. Me sentí perdida. Mi esposo me dijo que las cosas pasan en la vida, y no solo eres un participante, estás eligiendo liderar un equipo para combatir esta epidemia. Ese también es un acto muy significativo, dijo, y cuando todo vuelva a la normalidad, sabrá que fue una experiencia valiosa.
Entrevista con la doctora Li Wenliang, quien falleció en Wuhan
Las plagas son tan seguras como la muerte y los impuestos.
Richard Krause, 1982
Si se recuerdan las condiciones de vida de los trabajadores, si se piensa hasta qué punto sus viviendas se hallan amontonadas y cada rincón literalmente abarrotado de gente, si se tiene presente que los enfermos y los sanos duermen en una sola y misma pieza, en una sola y misma cama, resulta sorprendente que una enfermedad tan contagiosa como esa fiebre no se propague más aún. Y si se piensa en los pocos recursos médicos de que se dispone para atender a los enfermos, en el número de personas sin ninguna atención médica y que desconocen las reglas más elementales de la higiene, la mortalidad puede todavía parecer relativamente baja.
Federico Engels, “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, 1844
La muerte causada por la plaga bubónica es considerada, junto con la crucifixión, entre las más repugnantes experiencias humanas.
Guy R. Williams, 1975
Algunas personas aún no estaban convencidas de que realmente hubiera una plaga. Y como algunas víctimas realmente se habían recuperado, “se decía” por la gente común, y también por muchos médicos sesgados, que no era una verdadera plaga porque de lo contrario todos hubieran estado muertos.
Alejandro Manzoni, “The Betrothed”, 1827
La consideración más importante en la causalidad de una enfermedad es la constitución del cuerpo que se ve afectado. Por lo tanto, no todas las personas morirán durante una epidemia.
Maimónides, c 1190
La enfermedad era tan terrible que nadie podía caminar ni moverse. Los enfermos estaban tan indefensos que sólo podían tumbarse en la cama, como cadáveres… Muchos murieron de peste y muchos otros murieron de hambre. No podían levantarse para buscar comida y todos los demás estaban demasiado enfermos para cuidarlos, por lo que murieron de hambre en sus camas. Algunas personas contrajeron una forma más leve de la enfermedad; sufrieron menos que otros y se recuperaron bien. Pero no pudieron escapar por completo. Sus miradas estaban devastadas, porque dondequiera que estallaba una llaga, dejaba una fea marca de viruela en la piel. Y algunos de los supervivientes quedaron completamente ciegos.
Bernardino de Sahagún, Códice Florentino, 1545-1590
Quien muere de una enfermedad epidémica es un mártir.
Mahoma
En medio de la confusión, la plaga se extendió rápidamente, alentada tanto por la miseria como por la anarquía de la gente… El alcalde informó que “se habían cerrado veinticinco casas y continuamente encontrábamos más personas enfermas con la enfermedad contagiosa”. El alcalde Francesco della Stufa “pasó a una vida mejor”, y los sepultureros que le habían causado tantos problemas en su vida lo enterraron “en el cementerio de Cacciacane, porque había muerto de peste.”
Carlo M Cipolla, “Faith, Reason and the Plague in Seventeenth-Century Tuscany”, 1977