
Trump, Sheinbaum y qué fue de la política de competencia
Los discursos y acciones de Sheinbaum y Trump menosprecian el valor de competir y enaltecen el poder de los monopolios. Estamos ante una peligrosa coincidencia…
Por Ana Lilia Moreno (@analiliamoreno) | Programa de Regulación y Competencia
Publicado en: El Sol de México
La llegada de Claudia Sheinbaum y de Donald Trump a la presidencia de sus respectivos países vino acompañada de discursos y acciones que menosprecian el valor de competir. Muy por el contrario, enaltecen el poder de los monopolios, ya sean estatales o privados. Estamos ante una peligrosa coincidencia…
En México, la extinción de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), ha dejado un preocupante vacío legal. Estas agencias constitucionalmente autónomas fueron responsables de autorizar concentraciones de mercado y combatir prácticas monopólicas. La consecuencia inmediata es el debilitamiento de los mecanismos que se construyeron durante décadas para garantizar integridad en las industrias.
Extinguir las instituciones conocidas en inglés como antitrust, elimina la garantía de que empresas públicas y privadas participen en mercados con un piso parejo —es decir, que ninguna goce de ventajas indebidas—. De hecho, por ejemplo, la reforma energética de López Obrador y Sheinbaum busca lo contrario al antitrust: favorece, e incluso legaliza, el poder dominante de las empresas estatales por encima de las privadas. Esto sin importar el costo que ello implique para la sociedad o que la incertidumbre jurídica aleje a la inversión privada.
Una nueva oligarquía que concentra poder y riqueza
Mientras tanto, Trump, recién llegado a la Casa Blanca, expresó su abierto favoritismo por las grandes corporaciones de los sectores del petróleo, minería, gas, telecomunicaciones y tecnología. Hizo explícito en su discurso inaugural su desprecio por las empresas de energías renovables que incursionan con soluciones tecnológicas para mitigar o nulificar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, causales del calentamiento global. Como parte de sus 100 primeros decretos, Trump decidió sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, en claro contraste con las políticas impulsadas por Joe Biden, quien buscó, mediante su Inflation Act, demostrar que sí es posible crecer, combatir la inflación y respetar el medio ambiente.
Increíble, pero cierto. En pocos meses, los vientos políticos globales han cambiado drásticamente, y la política pública de Estados Unidos se mueve en forma pendular. Biden, en su último discurso como presidente, alertó sobre el peligro de una nueva oligarquía que concentra poder y riqueza. Por ello, durante su mandato, priorizó su política de competencia con un control estricto de fusiones y, según expertos, una tasa promedio de éxito en litigios para las autoridades antimonopolios del 60% en sectores clave de la economía.
Hoy el contexto es otro, y dentro del universo de frentes abiertos y temas que Trump y Sheinbaum han puesto sobre la mesa, la política de competencia parece, para ambos, un estorbo.
El reto de redefinir la política de competencia económica en México
Recordemos que altos índices de concentración de mercados elevan precios, reducen calidad y limitan opciones. Además, crean barreras que frenan a los nuevos negocios el acceso a los mercados, al financiamiento y a la innovación. Por ello, países como Israel, buscan a través de su política de competencia económica reducir barreras para incentivar el acceso de startups a los mercados, promover el juego limpio entre competidores, detonar la innovación y favorecer la transparencia.
En México, tras la extinción de la Cofece y del IFT, surge el reto de redefinir la política de competencia económica bajo el principio de progresividad de la Constitución. Los nuevos órganos deben ser tanto o más eficaces como los extintos para garantizar derechos como la libertad de empresa (artículo 5° constitucional).
Una política adecuada de competencia mejora la forma de regular concentraciones económicas en función de un bien mayor: el acceso de nuevos competidores al mercado. Según datos de la Cofece, entre 2019 y 2023, de 694 concentraciones resueltas, solo dos se condicionaron y cuatro fueron objetadas. No obstante que 68% de las fusiones tenían efectos en el mercado, no se consideró necesario condicionarse o dar seguimiento a dichos efectos.
México puede aprender de modelos como el de Israel e implementar políticas que aborden desafíos como el cambio climático, la precarización salarial o el impulso a las empresas pequeñas y medianas (PyMES). Además, podría fortalecer la colaboración con fiscalías para desmantelar monopolios ligados al crimen organizado. Incluso, puede impulsar más mecanismos o contrapesos a los monopolios, como las acciones colectivas, para empoderar a los consumidores a exigir reclamaciones por daños derivados de conductas anticompetitivas. Adoptar sin miedo estas medidas reivindicaría el valor de la política de competencia en el desarrollo económico.