Repudiar la corrupción… tan afortunada coincidencia
Edna Jaime / El Financiero
En el repudio a la corrupción hay afortunadas coincidencias.
Por un lado, tenemos un presidente electo que basó su campaña en la promesa de acabar con la corrupción. De manera coincidente, si una lucha ha unido a organizaciones, universidades, instituciones públicas autónomas, líderes de opinión, confederaciones patronales, organismos internacionales y periodistas es la lucha anticorrupción.
La próxima administración detectó una red de actores en el poder, que hacía uso de su autoridad y las instituciones públicas para beneficiar intereses particulares. Organizaciones de sociedad civil, investigadores de instituciones académicas, y otros actores, también ven a instituciones de estado capturadas y sirviendo a intereses particulares o partidistas, en lugar de cumplir con un mandato que beneficie a los mexicanos.
Andrés Manuel cree que se pueden recuperar hasta 500 mil millones de pesos si acabamos con la corrupción. Muchos de los que hemos recabado evidencias de las irregularidades en la gestión pública, estamos de acuerdo con el hecho de que por la corrupción se desvían cuantiosas sumas de dinero que no llegan a donde deben llegar: escuelas, consultas médicas, servicios públicos de más calidad.
Morena y la coalición Juntos Haremos Historia fueron respaldados por millones de mexicanos hartos de un abuso sistemático del poder público. De manera paralela, importantes sectores de la sociedad mexicana, sin pertenecer a ningún partido, impulsaron las reformas a la Constitución y a las leyes que le dieron vida al Sistema Nacional Anticorrupción (SNA). Sobra decir que se ha implementado en condiciones muy adversas.
Al día de hoy son 27 los sistemas anticorrupción estatales que se han conformado junto al nacional. Hoy tenemos a 150 mexicanos que han sido nombrados como miembros de comités de participación ciudadana, por haber destacado en materias relacionadas con la fiscalización, la transparencia, la rendición de cuentas y el combate a la corrupción. Las designaciones de estos ciudadanos las han otorgado los congresos locales a las comisiones de selección, integradas por académicos y gente de organizaciones de la sociedad civil. Cada año un ciudadano preside una instancia (el comité coordinador) en la que concurren importantes autoridades del Estado mexicano, todas con facultades para combatir la corrupción de forma coordinada. Casualmente, el nuevo gobierno quiere involucrar a los mexicanos en el combate a la corrupción.
Hoy tenemos un gobierno que con firmeza ha centrado su discurso en el combate a la corrupción, pero también tenemos a grupos de la sociedad que han hecho un esfuerzo enorme por construir una nueva configuración del quehacer gubernamental, y que ahora realiza una amplia consulta pública a fin de elaborar una Política Nacional Anticorrupción.
Las investigaciones de muchas organizaciones relacionadas con irregularidades y opacidad en el manejo del gasto, como los fideicomisos que involucran recursos públicos, los malos manejos de las participaciones federales y otros ramos presupuestales completos son coincidentes con investigaciones de personas que estarán en la próxima administración.
Las coincidencias parece que sobran.
Sin embargo, todavía no está claro si estas coincidencias derivarán en las mismas prescripciones de política pública. Sería muy deseable que el próximo presidente se pronunciara respecto a este tema, en particular sobre el SNA. ¿Coincide con él o lo repudia? ¿Considera necesarios ajustes, a qué? ¿Lo promoverá o lo dejará en vilo?
A final de cuentas, en el tema corrupción fue el eje central de su campaña y recibió un mandato abrumador para resolverlo.
Yo veo una oportunidad histórica para hacer un cambio en este tema. Para generar controles al poder y su abuso a través del fortalecimiento de instituciones de rendición de cuentas y anticorrupción.
Por el momento hay ya largos tramos recorridos.
El próximo presidente decidirá si los desandamos, si mete el acelerador o si cambia de carril.
Es tiempo ya de conocer su postura. Saber si de estas grandes coincidencias podrá surgir una estrategia compartida para combatir la corrupción.
Al tiempo.