Lo que el presidente no mata, lo fortalece

Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

A principios de este año, el presidente de la República parecía muy decidido a desaparecer al INAI, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales. Hizo alusión a él en varias de sus mañaneras. El argumento es que costaba mucho dinero y no servía para nada. Resultaba llamativo la atención que el presidente prestaba al instituto, cuando el país salía de la segunda ola de la pandemia, la que se presentó en el invierno con particular inclemencia. Los mexicanos sufríamos y el presidente estaba en el ring combatiendo al enemigo imaginario (muy real para quien no quiere contrapesos). Afortunadamente otros asuntos llamaron la atención del presidente y ya no insistió.

El golpe que propinó el Ejecutivo al INAI obligó un necesario balance. A preguntarnos si el INAI estaba cambiando la vida de los mexicanos o si estaba contribuyendo a la debida rendición de cuentas en el país. Se revisaron entonces indicadores de distinta índole que, en conjunto, mostraban avances muy importantes en materia de acceso a la información. De hecho, nuestra legislación es de las mejores en el mundo. Pero en la realidad del mexicano de a pie, el derecho a saber es una entelequia sin beneficios concretos. Estas realidades son las hebras que jala el presidente para desacreditarlas.

En México Evalúa conocemos bien los vericuetos para acceder a la información. Todos los días usamos información pública disponible, o la solicitamos, para poder trabajar. Y no es un día de campo. Tenemos de todo: información que nunca llega; la que está incompleta; la que ofrece información no solicitada como recurso para hacer las cosas difíciles para el solicitante; la que se declara inexistente. Cuando nos ha asistido la razón, el INAI ha estado de nuestro lado, pero ha habido ocasiones que ni juntas podemos.  

¿Hubiera sido suficiente la resistencia de este grupo de interesados para detener la intención de un presidente que además controla al Legislativo? ¿O tienen las instituciones que pensar en otras formas de ganar legitimidad y arraigo entre la población?

Las cosas se complican cuando los órganos garantes estatales (los INAI locales) están controlados por los ejecutivos o tienen tan poquitos recursos que no pueden imponer su autoridad frente a las instancias públicas o privadas que están obligadas a transparentar su información. Pero es un hecho que hoy accedemos a más información y eso mejora la latitud y calidad de nuestro trabajo. Y así como nosotros, hay personas, empresas, organizaciones que también están haciendo cosas relevantes, porque la información lo permite. Por eso de inmediato se dejó sentir su malestar cuando el presidente embistió.

¿Hubiera sido suficiente la resistencia de este grupo de interesados para detener la intención de un presidente que además controla al Legislativo? ¿O tienen las instituciones que pensar en otras formas de ganar legitimidad y arraigo entre la población? El diseño del INAI tiene suficientes candados constitucionales que lo protegen de voluntarismos. Pero también necesita de los candados que puede y debe darle la sociedad. Si el presidente se atrevió a ponerla en vilo, sabía del déficit de estima popular de la que quizá adolece.

La respuesta del INAI es la adecuada. Se puso a trabajar con más ganas. Hace unos días presentó una nueva versión de la Plataforma Nacional de Transparencia y de los mecanismos para presentar recursos de acceso a la información. También está empujando iniciativas muy relevantes en ámbitos clave de la rendición de cuentas. Cuando veo sus respuestas me pregunto si el presidente no está ocasionando un efecto paradójico: en lugar de matarla, le está dando nueva vida.  Porque hay que decirlo: de alguna manera está cimbrando los viejos acomodos.

Ésa es la razón que llevó a muchos mexicanos a votar por AMLO. Cimbrar los viejos (¿persistentes?) acomodos. El problema es que no lo hace por razones encomiables, fortalecerlas para que cumplan con su función cabalmente en beneficio de los mexicanos, sino para consolidar su modelo de poder que es de centralización sin contrapesos. Ésta es la manera en que la concibe y entiende el poder y su ejercicio. Por eso no hay agenda de reforma o renovación institucional alguna, que es lo que el país pedía y pide a gritos.

El instinto de cuerpo y supervivencia es poderoso. Y quizá mueva más que un cúmulo de reformas. Esto aplica al INAI y a otras organizaciones o poderes. Permítanme sumar al Poder Judicial que ha estado en el blanco del presidente desde el principio y cuya relación oscila entre el amor y el odio. Para el Ejecutivo, a veces sus integrantes son héroes, en otras los villanos. Aquí se percibe verdaderos ánimos de renovación, porque ‘cayeron veintes’ de la necesidad de ganar confianza entre la población.

El Ejecutivo está cerca de la recta final de su mandato. Su legado será controvertido. Bajo su yugo, habrán fenecido instituciones importantes para la regulación económica y el control del poder; pero quizá también tengamos instituciones de Estado más potentes que crecieron para resistir al presidente. Lo único que yo deseo para México es que quien suceda a AMLO pueda dar forma y cauce a la transformación que el país necesita: no es el apalancamiento de nuevos caudillos, sino el fortalecimiento de instituciones de rendición de cuentas que aseguren que el poder se usa para nuestro bien.