El legado de un banquero libre y ecléctico

Luis Rubio
Don Agustín Legorreta Chauvet fue un hombre de Estado. Rasgo raro en un líder empresarial –en su caso, banquero–, tuvo siempre claridad sobre la importancia de privilegiar a México y a sus instituciones por encima de todo. Bisnieto del primer Agustín Legorreta que encabezó el entonces llamado Banco Nacional de México, Agustín Legorreta Chauvet se formó en Francia y lideró a Banamex hasta su expropiación en 1982. Su principal legado en el banco fue su institucionalización y modernización, acorde con la liberalización financiera que comenzó a experimentar el país y el mundo desde el inicio de los años 80. Creó la banca internacional y enfocó al banco hacia el futuro, convirtiéndolo en la institución financiera por excelencia.
Como banquero, Legorreta participó en la industrialización de México y fue protagonista en el empleo de capital semilla para el desarrollo de una gran diversidad de empresas. Como líder empresarial fue presidente del Tecnológico de Monterrey en la Ciudad de México y promovió innumerables iniciativas educativas, todas ellas orientadas a fortalecer la actividad empresarial en México y a contribuir al acelerado desarrollo del país. Hombre optimista por naturaleza, defendió la estrategia de desarrollo del país, cultivó relaciones alrededor del mundo y creó instituciones dedicadas al financiamiento del país en Londres, Nueva York y Asia. La expropiación de los bancos en 1982 truncó su carrera profesional pero no lo derrotó como líder empresarial.
Ecléctico y libre de dogmas tradicionales, fue igual presidente de la Asociación de Banqueros y del Consejo Coordinador Empresarial, pero también miembro fundador del Partido Democracia Social, encabezado por Gilberto Rincón Gallardo, y candidato a senador por esa organización política.
Al final de los 70 comenzó a preocuparse por los riesgos financieros en que incurría el país con una deuda externa creciente, gasto público desbordado y un gobierno sin derrotero. Su respuesta no fue la de abstraerse de la realidad sino, típico de él, buscó una forma de contribuir al restablecimiento del orden financiero con miras hacia el futuro. En 1980 promovió la creación del Instituto de Banca y Finanzas como un medio para avanzar la educación de los más altos ejecutivos del sector financiero público, privado, industrial y bancario, a fin de generar comunicación y entendimiento entre sus múltiples participantes. La inspiración venía de su experiencia en la Escuela Nacional de Administración de París, la institución que por décadas había permitido no sólo la más alta calidad de educación financiera en Francia, sino también la construcción de generaciones de expertos financieros dedicados al desarrollo de su país en los más diversos ámbitos de la economía.
El llamado Ibafin nació en 1980 bajo los auspicios de Banamex y comenzó operaciones en 1981, teniendo un impacto muy rápido sobre el desarrollo del sector. La institución duró poco debido a la expropiación de los bancos en 1982, pero Agustín Legorreta no se dio por vencido y, con los recursos que ahí habían quedado, apoyó la creación del Centro de Investigación para el Desarrollo, AC (CIDAC), como una institución independiente con un consejo representativo del México de la época, con líderes políticos, académicos, empresariales y sindicales en su seno.
CIDAC se desarrolló como un think tank independiente por casi cuatro décadas, hasta que se fusionó con México Evalúa, aportándole a esta institución sus recursos para continuar el legado que Legorreta, con apoyo de los antiguos integrantes de aquella entidad bancaria, había iniciado.
Un día, cuando el proceso de fusión CIDAC-México Evalúa comenzaba a cobrar forma, don Agustín se enteró de que algo ocurría en la institución que había promovido y, decidido como era, de inmediato se apersonó en las instalaciones de la institución. Tan pronto supo que la directora de la institución sería Edna Jaime, esbozó la cálida sonrisa que le caracterizaba y dijo: “Con esto el legado queda completo.”