La nueva titular de Seguridad Pública y el éxito de los valientes

Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

Se fue Alfonso Durazo de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Se fue como llegó: sin entender el problema de la violencia en el país, y sin una sola convicción que defender frente al presidente de la República. En todo equipo de trabajo, cuanto y más si hablamos de servidores públicos, me imagino que debe existir una combinación de disciplina al jefe y ambición por progresar, pero también un proyecto que se quiera impulsar. Si no es para eso, entonces para qué dedicar una vida al servicio público. El exsecretario Durazo tuvo de más en las dos primeras cosas y le faltó por completo lo tercero. Por eso no ofreció ninguna resistencia a la decisión del presidente de militarizar la seguridad. Un secretario de Seguridad Pública serio hubiera puesto su resto por conservar bajo su mando al nuevo cuerpo de seguridad —la Guardia Nacional—. Suena duro, pero fue indigno el papel del exsecretario. Lo cedió todo.

La pregunta es si con la llegada de Rosa Icela Rodríguez a la titularidad de la dependencia se abrirá un resquicio para que otras voces y otras opiniones participen en el diseño de la política de seguridad. No veo posibilidad de modificar los factótums que hoy la definen: la Guardia y los programas sociales. Pero hay mucho más por hacer. Y alguien se lo tiene que decir al presidente, por un sentido mínimo de responsabilidad.

Durazo se jactó de ser exitoso. Pero cuando alguien no puede explicar por qué fue exitoso, es que no entendió el problema que quiso atender ni los factores que confluyen en su comportamiento. De manera muy acertada mi amigo Ernesto López Portillo decía en una entrevista que si uno no explica los cómos, entonces tampoco puede adjudicar el milagrito a su propia estrategia (no lo dijo exactamente así pero yo lo pongo en estas palabras).

Y es que el milagrito, además, no es gran cosa. Desde hace años estamos estacionados en niveles muy altos de violencia (me refiero a los homicidios dolosos), y no parece haber un quiebre contundente en esta tendencia. Indicadores de incidencia en otros delitos muestran mejorías, pero habría que entender los orígenes para entonces explicar los cómos o porqués. No vaya a ser sólo un tema de cómo se registran los datos o un paréntesis pasajero provocado por la pandemia. A pesar de lo dudoso de la victoria (pírrica, en el mejor de los casos) el exsecretario se fue airoso a contender por una gubernatura.

La nueva secretaria de Seguridad Pública tiene un rol importante que jugar. Sin necesidad de contrariar a su jefe puede comenzar a atar los cabos que estaban sueltos y que se aflojaron todavía más con el desdén de su predecesor.

Hace unas semanas consignaba yo en este mismo espacio que el despliegue de la Guardia Nacional no se correspondía con las regiones del país donde hay una importante concentración de violencia. En el estudio de México Evalúa al que hacía referencia, se probaba que en los cinco clústeres de violencia en el país, la presencia de la Guardia Nacional estaba diluida. Su estrategia territorial entonces no responde a un criterio de puntos críticos de violencia letal. Sería muy importante que se nos explicará a qué sí responde para acabar de entender el rol de esta corporación. Porque si pretendemos que sus integrantes actúen como cuerpos de reacción para enfrentar al crimen organizado, pero que también sean primeros respondientes y elementos de proximidad con la comunidad, pues entonces estamos bien confundidos, y vamos a menear más el río y los pescadores de siempre saldrán ganando.

La nueva secretaria de Seguridad Pública tiene un rol importante que jugar. Sin necesidad de contrariar a su jefe puede comenzar a atar los cabos que estaban sueltos y que se aflojaron todavía más con el desdén de su predecesor. Me refiero a la comunicación con gobernadores y alcaldes, a la definición de metas conjuntas para el fortalecimiento de instituciones de seguridad civiles y a darle un espacio a las estrategias desde lo local. Tiene la oportunidad de ser una promotora del Modelo Nacional de Policía y Justicia Cívica y hacer la cruzada que este país necesita por profesionalizar a las policías. Le daría dignidad a su cargo y un contundente ‘para qué’.  Y lo repito: no tendría que confrontarse con su jefe ni con sus colegas que visten de verde olivo.

Creo que es muy posible mitigar las peores manifestaciones de nuestras violencias. A estas alturas ya no es ciencia oculta cómo hacerlo. Hay conocimiento generado, buenas prácticas, uno que otro caso de éxito dentro de nuestras fronteras y un cúmulo de buenas experiencias afuera. Es demencial que sigamos atados al mismo paradigma inútil que ha guiado las políticas de seguridad en los últimos años, y cerremos los ojos a lo evidente y al sentido común. La seguridad se construye de abajo para arriba pero en algún punto tiene que entrar en contacto con lo que se construye arriba. Esto que suena un tanto rebuscado no es otra cosa que la compleja interacción de actores que hacen posible construir la seguridad. Si estos actores actúan en el marco de un buen modelo, que define lo que a cada quien le corresponde, entonces el éxito es posible.

Le deseo a Rosa Icela Rodríguez el mayor de los éxitos. Que encuentre en las reliquias de lo que toma la oportunidad de construir, de tejer y darle coherencia a lo que hoy se ve tan descosido. Tiene una oportunidad enorme frente a sí. Buena suerte.