La acumulación de pandemias

Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

Sé que no es buena idea apilar una epidemia sobre otra, pero me siento obligada a hacerlo para que no se nos olvide. Me refiero a nuestra epidemia, la vieja, la de violencia.  Ya no hablamos de ella porque el impacto de la nueva pandemia, la del covid-19, es de tal magnitud que ensordece cualquier otra conversación. Pero no por ser vieja conocida debe ser olvidada, porque es síntoma de un problema profundo en nuestro país, que va a seguir ahí cuando salgamos de la emergencia sanitaria.

Los números de esta epidemia también son enormes. En 2020 cerramos con 35,484 muertes violentas. Si las tendencias no varían, se confirmará que cerca del 40% de las víctimas eran jóvenes entre 15 y 29 años. Se están truncando brutalmente muchas trayectorias de vida.

El problema de la violencia letal es enorme, pero no es uniforme en todo el país. Está concentrado en ciertos municipios y en algunas colonias y manzanas dentro de ellos. Si lo miráramos en un Google Map con distintos cortes y utilizáramos la estadística georreferenciada para ubicar los homicidios, apreciaríamos esta tendencia a la concentración. Este fenómeno no es azaroso; es perfectamente explicable porque en esos puntos existen factores del espacio y del ambiente que los convierten en críticos, en puntos de concentración de violencia.

En México Evalúa tenemos un tiempo aplicando estas metodologías para distintas localidades. Lo hicimos primero para la Ciudad de México. Identificamos estos puntos críticos y verificamos su permanencia en el tiempo. En esta ciudad tenemos algunas ‘zonas calientes’ que lo han sido por años. Uno se pregunta por qué la autoridad no actúa, si son territorios conocidos por sus niveles de conflictividad…

¿Por qué fallamos en contener y prevenir la violencia, si está tan focalizada? Supongo que hay varias razones. Una importante es la información. Ésta no necesariamente se genera y se usa para la toma de decisiones. Parece un sinsentido, pero es real.

También hicimos este tipo de análisis en el municipio de Nezahualcóyotl, problemático por su densidad de población, su vecindad con la Ciudad de México y por tener zonas con carencia de servicios públicos elementales.

Lo más reciente es nuestro trabajo en la Zona Metropolitana de Guadalajara. El estudio confirma lo dicho: el problema está concentrado. En Zapopan, por ejemplo, el 63% de los homicidios se perpetran en el 12% de sus colonias. En Guadalajara, el 42% de los asesinatos suceden en el 10% de sus colonias.

¿Por qué fallamos en contener y prevenir la violencia, si está tan focalizada? Supongo que hay varias razones. Una importante es la información. Ésta no necesariamente se genera y se usa para la toma de decisiones. Parece un sinsentido, pero es real. En el país un gran número corporaciones policiacas municipales no tienen los recursos humanos ni los tecnológicos para recopilar y procesar información. Menos las metodologías para convertirla en inteligencia que sirva para su trabajo operativo. Que no nos sorprenda entonces que el crimen nos gane la partida.

Hemos trabajado con las policías de diversos municipios para entender sus formas de procesar la información. En Neza, Zapopan, Guadalajara y Tlaquepaque se están construyendo capacidades de análisis que son prometedoras. Necesitan todavía consolidarse para que puedan informar la toma de decisiones. Esto no se da en automático. Hay tanta inercia en la forma de operar en algunas corporaciones, que aún teniendo la información en la mano, prefieren hacer los operativos a los que están acostumbrados pasando por alto la evidencia.

Ahora, lo que me parece desconcertante es lo que sucede a nivel nacional. También en esta escala se observa la concentración del homicidio. En un trabajo reciente identificamos cinco clústeres de alta violencia del país. Lo conforman 93 municipios. Es sorprendente, pero la Guardia Nacional no está desplegada como debiera en estos territorios: lo está en apenas 25 % de ellos. Es clarísimo que la razón de ser de la Guardia Nacional no es salvar vidas; está en la frontera deteniendo el flujo de migrantes, protegiendo a la vaquita marina, distribuyendo libros de texto o en otras tantas cosas que tienen encomendadas, pero no en los territorios violentos de este país.

La gente muere asesinada en México en números que nos colocan en el rango de países muy violentos, y no nos importa. Somos incapaces de articular una estrategia que focalice la atención en estos lugares, ya sea en cinco clústeres conformados por 93 municipios a escala nacional o en esas cinco o seis colonias de Guadalajara o Zapopan.

Nuestra epidemia de violencia lleva tanto tiempo con nosotros que hemos aprendido a coexistir con ella. Por eso permitimos que los recursos escasos del Estado se dirijan a tantas cosas, y no a lo primordial. Porque la vida vale poco. Esta pandemia, la vieja, podría resolverse con los instrumentos y enfoques correctos. Pudimos también manejar de manera distinta la nueva, la de covid. Una y otra se empalman sumando muertes todos los días, porque salvar vidas en este país no es prioridad.