Estado civil: tensa, muy tensa

Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

Hay mucha tensión en la política y la sociedad mexicanas, y las ‘mañaneras’ del presidente se han convertido en una de sus principales fuentes: en ellas siempre hay un bueno y un villano, sin conciliación posible. Todo es binario y, al parecer, a muchos mexicanos les gusta que sea así. El presidente estira la cuerda en sus planteamientos porque no hay costos, sólo ganancias en su popularidad. Y las consecuencias son muy grandes, algunas medibles, otras no. Me pregunto: ¿cómo quedará el país después de seis años de denostación constante? ¿Quedaremos con el corazón partido en bandos, para siempre? ¿Con qué recursos le daremos gobernabilidad a este país en 2024, junto con las certezas básicas para sostener la actividad económica?

Me preocupa particularmente la diatriba del presidente contra el Poder Judicial. Esto no quiere decir que no hayan sido graves su ataque al INAI, su descalificación sistemática al INE o su presión sobre la Auditoría Superior de la Federación. Sólo que meterse con el Poder Judicial es de otras ligas. Este Poder, en especial la Suprema Corte de Justicia de la Nación, constituye nuestra última instancia para que los conflictos se resuelvan conforme a derecho. Sin él, prevalecería la ley del más fuerte. La incivilidad. Esto es lo que el presidente promueve.

Las razones que da el presidente para iniciar su más reciente pleito, ahora en materia eléctrica, forma parte de su repertorio de argumentos para los que nunca aporta evidencia. Que si los conservadores, que si la mafia del poder, que si la corrupción… Si tuviéramos como sociedad un nivel básico de exigencia, le pediríamos al primer mandatario que rindiera cuentas de sus dichos. El sino del súbdito lo tenemos grabado en la piel: “Lo que usted mande, Señor Presidente”.

Necesitamos elevar el nivel de desempeño de nuestras instituciones de cara a la ciudadanía. Es una tarea urgente, a la vista de su déficit de credibilidad. Pero ese déficit no justifica el ataque del presidente…

Pero no quiero restarle méritos al ciudadano y a su capacidad de elaborar juicios acertados. La Encuesta de Victimización y Percepción de Inseguridad (ENVIPE), que levanta el Inegi cada año, nos dice que la ciudadanía reprueba el desempeño de las instituciones de la justicia penal. La mayoría de los mexicanos consideramos que los jueces son corruptos; casi la mitad sentimos poca confianza en ellos. Entonces, no nos rasquemos demasiado la cabeza para entender por qué el presidente López Obrador es exitoso en sus actos de desacreditación de instituciones. Da voz a lo que piensa la mayoría.

En algún momento (que aún es válido) desde México Evalúa quisimos descifrar esas percepciones, saber cómo se construyen. Trabajamos a partir de distintas hipótesis. Sin tener resultados definitivos podemos decir que nuestras percepciones respecto a la justicia penal se forman con el primer contacto que tenemos con ella, que suele ser el policía. Es cierto que una gran mayoría de mexicanos no ha tenido contacto con un juez, pero sí con un policía, y en esa ‘primera relación’ se forja todo.   

Es llamativa la mala opinión que tienen los mexicanos de sus jueces. ¿Se forma a la par de su primer contacto con la autoridad? ¿O pesa mucho la constatación de que para agilizar un trámite judicial simple se requiere de una ‘propina’? ¿Es generalizado ese pago? A mí me ocurrió. Y mi negativa a la dádiva ha tenido repercusiones muy grandes en mi universo familiar.

Lo que quiero decir es que necesitamos elevar el nivel de desempeño de nuestras instituciones de cara a la ciudadanía. Es una tarea urgente, a la vista de su déficit de credibilidad. Pero ese déficit no justifica el ataque del presidente, que sólo es eso: un ataque, un gesto que no le resuelve a usted y a mí ningún pendiente frente a la justicia. Tras él no hay una agenda de transformación institucional, un planteamiento de fortalecimiento de la democracia para proteger nuestros derechos. No nos engañemos: esa agenda no es la del presidente. Lo suyo es la concentración del poder. ¿Para qué? Por favor ayúdenme a ponerlo en palabras…

En el momento presente, lo importante es resolver la tensión. O que la tensión provoque que las partes atacadas estén muy a las vivas. El presidente seguirá atacando a las instituciones de nuestra democracia, porque le reditúa. En este contexto las instituciones de Estado tienen la enorme responsabilidad de demostrar lo mejor de sí. La respuesta del presidente de la Suprema Corte de Justicia a la primera andanada en la ‘mañanera’ dejó claro que la democracia se sustenta en la separación de poderes. No lo dijo en términos peleoneros, porque no es su estilo, pero sí marcó la línea.

Está a prueba el liderazgo de estas instituciones clave de nuestra democracia, que definirán por dónde se conducirá el país en los próximos años. Lo que espero de ellas es fortaleza para resistir la tensión y su doble desafío: el que impone el presidente y el déficit de su propia gestión en el tiempo. Esta tensión debe resolverse de manera que nos deje en un mejor estadio de desarrollo institucional y democrático. Si se resuelve, mi estado civil (este término muy del argot de la redes sociales) pasará de la tensión a la satisfacción. ¿Será posible?