En esta epidemia, regresemos a lo local

Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

Frente algunas problemáticas, el manejo a escala nacional resulta inefectivo. En materia de homicidios, una epidemia que lleva años propagándose en el país, LA estrategia nacional ha resultado totalmente inefectiva, como las tasas de su incidencia lo demuestran. En este tema no hemos podido habilitar una respuesta efectiva desde lo local porque, en general, hay poca capacidad institucional para atender el problema y una escasez de recursos sistemática, provocada ésta última por nuestro arreglo fiscal.

El resultado es que el fenómeno violento persiste.

Para casos como el de la epidemia por coronavirus que nos azota se tiene previsto un mecanismo de gobernanza que se asienta en el Consejo de Salubridad General. Es clave la existencia de una instancia de esta naturaleza para establecer directrices generales, las correas de transmisión de decisiones entre la Federación y los estados y entre las instituciones gubernamentales, y también para establecer los mecanismos de coordinación elementales que nos permitan enfrentar retos mayúsculos.

El Consejo de Salubridad está instalado en el país y ha emitido lineamientos, como le corresponde, pero ha dejado un montón de huecos en aspectos clave de la contingencia. Y en las repercusiones económicas, un asunto que no es de su competencia pero sí de las autoridades federales, éstas se han quedado muy cortas.

Como el tema de la pandemia de violencia, en ésta de Covid-19 lo que hace la Federación no es apropiado ni suficiente. Por eso es tan importante la respuesta desde lo local. Dice la sabiduría popular que los espacios vacíos se llenan. Y la vacante está abierta.

El primer enemigo de estos esquemas de colaboración es la ideología, o más bien los dogmas. La asunción de que el espacio público es propiedad de quien gana una elección…

Por eso algunos gobernadores y alcaldes aprovechan la ocasión para hacerse presentes. Han encontrado una oportunidad para rasgar la hegemonía que se quiso imponer desde el centro por el Ejecutivo federal. Y nos les falta razón: el presidente no ha podido asumir su papel en estas circunstancias. Él sigue anclado en sus obsesiones.

La pregunta es qué tan potente puede ser la acción desde lo local. Y regreso a la epidemia de homicidios: lo que nos enseñan es que la respuesta depende de ciertos factores.

Si uno revisa las experiencias exitosas en el control de la violencia sobresalen los esquemas multiactor en la gestión de los conflictos: ciudadanos muy activos y comprometidos, sumados a empresarios dispuestos a poyar con talento, recursos y exigencia de rendición de cuentas, articulados finalmente con autoridades que se ganan su confianza porque se ponen a trabajar. Estos esquemas de colaboración son raros, pero profundamente potentes. Son lo que deberíamos recrear en esta contingencia.

El primer enemigo de estos esquemas es la ideología, o más bien los dogmas. La asunción de que el espacio público es propiedad de quien gana una elección. Ahí está aquel tuit de la primera dama increpando a un analista de muy buen nivel, como lo es Alejandro Hope. Le dice algo así como: “Cuando usted gane la elección, haga lo que quiera”. Vaya manera de pretender acaparar lo que no le corresponde: la legítima opinión ajena en el espacio público, que es de todos.

Pero hay enemigos más nocivos y tienen que ver con el dinero. Si estados y municipios no tienen capacidad financiera para impulsar sus propias iniciativas, entonces no son capaces  de gobernar. Y ésta ha sido nuestra realidad por muchos años. Hemos vivido una simulación costosa: primero, que nuestro Federalismo merezca su nombre; segundo, que la desconcentración del poder ha sido en beneficio de todos.

Los dineros públicos transferidos a estados y municipios son tema hoy. Tenemos a algunos gobernadores y alcaldes queriéndose rebelar contra el pacto fiscal. Razones, tienen: en las prioridades del Gobierno federal no se les procura. Se les castiga.

Nuestro pacto fiscal es nocivo, tanto, que sostiene un statu quo pernicioso. No incentiva la recaudación local, tampoco cierra las brechas de desigualdad entre regiones. Pero gobernadores y alcaldes se hicieron de la vista gorda por años, porque era más fácil recibir de la Federación que recaudar. Y siempre terminaban compensados por la Federación de algún modo, pocas veces transparente.

Ese equilibrio frágil se desestabilizó con la actual administración. Desde el día uno amarró navajas con sus contrapartes en los estados. Y gobernadores y alcaldes guardaron silencio, hasta que la presión y el maltrato los hizo explotar.

Todo esto serían piezas de un diagnóstico del porqué debemos cambiar nuestro pacto fiscal, si no estuviéramos en medio de una emergencia. Estando en ella, hay que trabajar con lo que hay. Tratar de llenar los vacíos con liderazgo y con esquemas de trabajo multiactor. Tal como lo han hecho algunos estados y ciudades con el tema de la violencia. No estamos en tiempos de reproches. Hoy debemos sacar lo mejor de nosotros. Y yo confío en que se den estos esquemas colaborativos. Confío en la unión de la sociedad, el sector privado y las autoridades para salvar vidas y disminuir el sufrimiento. Apuesto que así será.