Corrupción
Por Luis Rubio (@lrubiof) | Reforma
Cuando era un cómico en la televisión guatemalteca, Jimmy Morales se vestía como prisionero y criticaba la corrupción de los políticos, acusándolos de ateos y de no poder imaginar una vida mejor que la que les proveía la corrupción reinante. Tres años después, ya como presidente, resultó que su hijo y su hermano fueron acusados de corrupción. Nada nuevo bajo el sol. La corrupción es un mal endémico que afecta a casi todas las naciones del mundo, pero sus manifestaciones y efectos cambian de país a país.
Yuen Yuen Ang, profesora universitaria experta en China, afirma que todo mundo supone que la corrupción afecta al crecimiento económico, pero que la evidencia al respecto es tenue. Luego de analizar docenas de países y compararlos a lo largo del tiempo, su conclusión es que la corrupción cambia en la medida en que los países se desarrollan y que algunos logran erradicarla casi del todo. En su libro La era dorada de China* concluye que lo que distingue a esa nación ha sido su capacidad para lograr tasas tan elevadas de crecimiento por tantas décadas a pesar de la enorme corrupción que la caracteriza. Su análisis es de particular relevancia para México.
La definición convencional de corrupción es: “El abuso de un puesto gubernamental para beneficio privado” la cual, dice la autora, abarca demasiados tipos de corrupción, lo que obscurece más que aclara, porque no todas las variedades impiden el crecimiento, lo que explica diferencias entre naciones en lo que a este fenómeno atañe. Aclarar las diferencias permite comprender los impactos que la corrupción tiene y explica por qué persiste en muchas naciones, en ocasiones de manera legal o de facto legalizada.
Ang distingue entre corrupción que involucra intercambios entre oficiales gubernamentales y actores sociales (incluyendo sobornos), de la corrupción que involucra robo, malversación y extorsión. A lo anterior le agrega una segunda dimensión, diferenciando la naturaleza de los actores involucrados: no es lo mismo políticos y líderes sociales (en un sentido amplio) que funcionarios de bajo rango como policías, inspectores, funcionarios aduanales y oficinistas gubernamentales. Esta dimensión permite diferenciar los sobornos que una persona común y corriente realiza para agilizar un trámite de las grandes decisiones gubernamentales cuando se asignan fondos, contratos, concesiones y otros recursos valiosos sobre los que el gobierno tiene jurisdicción.
Las ilegales pueden ser grandes sobornos, pero el acceso puede involucrar ‘intercambios ambiguos o completamente legales que no involucran sobornos’ como conexiones, financiamiento a campañas, tráfico de influencias, etcétera.
A partir de estas diferencias, Ang llega a definir cuatro tipos de corrupción: a) robo menor: “actos que involucran robar, mal uso de fondos públicos o extorsión por parte de burócratas a nivel de la calle” (que afecta a los ciudadanos comunes y corrientes al interactuar con funcionarios menores o policías); b) robo mayor: “malversación o apropiación indebida de grandes sumas de dinero público por parte de las élites políticas que controlan las finanzas estatales” (robo al erario a través de la sobrefacturación de compras gubernamentales u otros mecanismos similares); c) dinero rápido: “pequeños sobornos que las empresas o los ciudadanos pagan a los burócratas para sortear obstáculos o acelerar las cosas” (“propinas” que emplea la gente para facilitar un trámite, producto de requisitos engorrosos e inspectores abusivos), y d) dinero que permite acceso: “abarca recompensas de alto riesgo otorgadas por actores comerciales a funcionarios poderosos, no solo para acelerar un proceso, sino por el acceso a privilegios valiosos” (regalos caros, sobornos, compartir utilidades de un proyecto a cambio de favores extraordinariamente rentables). “Mientras que las primeras tres categorías son casi siempre ilegales, el acceso puede involucrar acciones legales o ilegales.” Las ilegales pueden ser grandes sobornos, pero el acceso puede involucrar “intercambios ambiguos o completamente legales que no involucran sobornos” como conexiones, financiamiento a campañas, tráfico de influencias, etcétera.
Jagdish Bhagwati, un profesor de economía, decía que por mucho tiempo se afirmaba, de manera exagerada, que India era una “tortuga” frente a la “liebre” China. “Una diferencia crucial entre los dos países es el tipo de corrupción que tienen. La de India es la clásica ‘búsqueda de rentas’, donde la gente se apresura a hacerse de una parte de la riqueza existente. Los chinos tienen lo que yo llamo corrupción orientada a compartir los beneficios: el Partido Comunista mete un popote en la malteada, lo que les permite tener interés en que la malteada crezca.”
El método de diferenciar a la corrupción por sus características le permite a Ang distinguir entre la cantidad y la calidad de la corrupción y, al verlo en el curso del tiempo, le lleva a concluir que la evolución del capitalismo con frecuencia ha involucrado no la erradicación de la corrupción, sino su transición de formas “mafiosas” y robo, a intercambios sofisticados de poder y utilidades. En esto, dice la autora, China no es muy diferente a como era Estados Unidos al inicio del siglo XIX y su forma de evolucionar la distingue de innumerables naciones que se han quedado atoradas en formas primitivas de corrupción que, lejos de facilitar el desarrollo económico, lo obstruyen. No sé por qué, pero México se parece mucho a eso.
*China’s Gilded Age, Cambridge