Otra racionalidad
El gobierno de AMLO opera bajo reglas distintas a las de sus predecesores, por lo que no se puede esperar que responda de la misma manera ni que se apegue a una racionalidad que ya no es.
El gobierno de AMLO opera bajo reglas distintas a las de sus predecesores, por lo que no se puede esperar que responda de la misma manera ni que se apegue a una racionalidad que ya no es.
Impactante la facilidad con que el presidente ha desmantelado innumerables instituciones y leyes, pero no distinta a la forma en que se aprobaron las reformas anteriores y esa es la evidencia de nuestra debilidad institucional.
La nostalgia es mala consejera, pero no por eso deja de ser una realidad política; el problema es que la nostalgia está anclada en circunstancias que son irrepetibles y que, por lo tanto, su recreación sería perniciosa.
Es claro que el problema de seguridad no comenzó con este gobierno, pero Culiacán y el asesinato de la familia LeBarón evidencian que su estrategia no responde al tamaño del reto.
El gobierno ha prometido un nuevo régimen, pero su actuar cada día sugiere un retorno a las prácticas más obtusas que, si bien nunca se fueron, ahora retornan con nuevos bríos y atentan contra su credibilidad.
Por más que el presidente pretenda que las cosas van bien, se apila la evidencia en contra y hay momentos, como el de Culiacán, que afectan a todo el país, creando escenarios mucho más complejos y preocupantes.
El resultado electoral de 2018 y sus consecuencias son producto de un régimen que no ha cambiado en más de cien años y que sigue protegiendo intereses particulares que le son funcionales al gobierno, de ahora y de antes.
La concentración de poder avanza de manera irredenta, subordinando instituciones e intimidando a actores de la política, la economía y los sindicatos, pero sin contribuir a que el país pueda prosperar, la fuente de sus problemas futuros.
El país se encuentra ante una tesitura crítica que podria decidir el futuro de la economía y de nuestras libertades como ciudadanos, porque están por romperse los equilibrios más elementales que protegen a la población.
Algunos mexicanos han mejorado dramáticamente, en tanto que otros se han rezagado, pero todos aspiran a lo mismo: una mejor vida, altos ingresos y satisfactores suficientes; lo que nadie quiere es ir para atrás.