Rendirnos no es opción

Este artículo está dirigido a quienes comparten la idea de que la violencia y el crimen pueden prevenirse. Y que es mucho mejor esta inversión que la que se hace en cuerpos de seguridad, armas, prisiones y todos los demás elementos de una respuesta reactiva y punitiva.

Un grupo nutrido de estos convencidos nos reunimos en días pasados en un Foro convocado por México Evalúa, la Unión Europea y la Secretaría de Gobernación. El propósito era discutir sobre la política de prevención en el país. Darle un nuevo ímpetu, después de que ésta quedó varada y debilitada por la ausencia de un liderazgo que le diera vigencia e impulso.

Este Foro dejó mucha reflexión. Es difícil resumir una discusión tan nutrida. Seré esquemática para rescatar los puntos más importantes. Los presento en forma de cinco conclusiones y cuatro tentaciones.

LAS CINCO CONCLUSIONES

Uno,  la política de prevención debe proponerse metas para no extraviarse en el camino. Esas metas deben apuntar a una reducción gradual de la violencia, con especial énfasis en el homicidio. Pero sin dejar de atender otras manifestaciones preocupantes de violencia interpersonal.

Dos, que la tragedia de la criminalidad que hoy vivimos está íntimamente ligada a la falta de una buena gobernanza en los tres órdenes: municipal, estatal y federal.

Hay violencia porque la sociedad se ha debilitado. Pero la violencia se ha expandido porque los gobiernos son débiles. En la medida que elevemos la calidad de los gobiernos éstos gozarán de mayor legitimidad ante la sociedad y podrán prevenir el delito y aplicar la ley con mayor efectividad.

Tres, que cualquier programa de prevención debe estar basado en evidencia para plantear intervenciones bien dirigidas con potencial de hacer una diferencia. En la misma línea, no debería asignarse un peso más a programas que carezcan de información sobre su impacto.

Y, particularmente, se mencionó, con toda razón, que hay que blindarelectoralmente los programas de prevención. Hay que decirlo con todas sus letras: cometer delitos electorales con recursos de programas de prevención del delito sería el colmo de la ignominia y el descaro.

Cuatro, que tenemos que focalizar las intervenciones en materia de prevención a fin de reducir población activa en la comisión de delitos o en la perpetración de actos violentos. Se presume que 7% de la población joven es responsable de 70% de los actos criminales. Es en esa población donde las intervenciones se deben dirigir.

Cinco, que urge rescatar al municipio. Si queremos que los programas de prevención sean sustentables a largo plazo, hay que reforzar las capacidades humanas, financieras y tecnológicas del municipio.

LAS CUATRO TENTACIONES

Una, del lado de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, la tentación de la simulación. La tentación de administrar el statu quo es fuerte. Mantener a la prevención como un elemento de ornato en el discurso sin apoyo presupuestal ni político real es una inercia que no debemos permitir.

La segunda tentación a evitar es la que a veces nos da a los académicos y a los analistas del tema: la autoreferencia. Es la tentación que a veces tenemos de enfocarnos en lo técnico y discutirlo sólo entre nosotros, citarnos en nuestros documentos y pensar que así logramos un impacto. La autoreferencia es no abrirnos más a la sociedad, no comunicarnos mejor con la gente, con las organizaciones locales, con las personas que están en el terreno. El rigor académico y analítico es necesario e indispensable para una política pública. Pero no es suficiente. Tenemos que crear comunidades de conocimiento más abiertas y más amplias. Si no, seguiremos predicándole sólo al coro de la iglesia.

Tres, hay que vencer una tentación muy fuerte: el inmediatismo y la cultura de la revancha que afecta a toda nuestra sociedad.

Los mexicanos estamos hartos de la criminalidad y, sobre todo, de la impunidad.

La gente quiere lo que imagina y son las medicinas de efecto inmediato para erradicar al crimen: más policías, más patrullas, más armas y castigos más severos para quienes cometen delitos. Los tiempos y la lógica de la prevención no empatan con esta urgencia ciudadana en la que priva, lamentablemente, el deseo de venganza.

Tenemos un trabajo muy importante de comunicación que hacer: explicar que la solución más efectiva a la violencia es la prevención.

Y por último, hay que evitar la tentación de rendirse.

La tentación de pensar que los que estamos convencidos en la prevención aramos en el mar y que nada puede cambiar en el contexto actual del país. La tentación de bajar los brazos y pensar que, ante el desinterés político, ante la magnitud del problema, es mejor cerrar la cortina.

Los presentes en ese foro me convencieron de que, al menos, esta tentación sí la vamos a superar.