Ideas para enfrentar la era de la furia

Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que de aquí al final del sexenio tendremos más de lo que vimos en las últimas semanas. Ése será el tono y la dinámica, hasta que baje el telón. De política pública para atender los problemas que más nos lastiman, habrá poco o nada. Estimo que serán años de deterioro, de abandono de la función de gobernar. Por eso creo que desde otros ámbitos que no son gubernamentales, debemos darnos a la tarea de procurar ‘una red de protección’ que sostenga al país, mientras el presidente se pelea con sus enemigos imaginarios y desmonta las conspiraciones que –dice– existen aquí y ‘allende las fronteras’ contra él.

Pienso en particular en la violencia contra periodistas. Cinco han sido asesinados en lo que va del año. Treinta en lo que va de la administración. No estoy segura de que todos ellos hayan estado bajo el mecanismo de protección a periodistas. El hecho es que hoy están muertos y el Estado mexicano no pudo evitarlo, y dudo que sea eficaz en el esclarecimiento de estos actos. La pregunta es cuántos siguen y si podemos hacer algo para evitarlo. Lo único que no puede permitirse es la indiferencia.

Hace algún tiempo participé en una sesión de intercambio de ideas en la que se discutía si se podría construir un sistema de alertas tempranas para evitar la muerte de personas expuestas, como defensores de derechos humanos, periodistas, incluso políticos en campaña; un sistema de indicadores muy bien pensados que, al procesarlos, nos pudiera advertir anticipadamente de los distintos riesgos para estos grupos y dar la posibilidad de intervenir oportunamente. Recordé esta reunión –y la potencia que puede tener el procesamiento inteligente de datos– al leer un documento breve pero muy sustancioso de Francisco Franco Quintero, de Consultores en Inteligencia y Seguridad.

Él sostiene, con toda razón, que nada es casual, todo es causal. Esta causalidad, continúa, se puede investigar y se le puede dar seguimiento. Menciona también que podemos hacer un sistema de alertas muy sensible, dependiendo de los indicadores seleccionados y de la disponibilidad de información. Imaginé una pantalla como en la que se registran nuestros signos vitales, pero aplicado a registrar este tipo de riesgos.

El problema es que de tanta violencia nos hemos acostumbrado a ella o, con más precisión, a pensar que es imbatible.

No sé cuál fue el desenlace de lo que se discutió en aquella reunión, si el sistema existe y opera, o si se quedó en idea. En cualquier caso, me parece indispensable reivindicar este instrumento. No podemos perder oportunidad alguna para detener la violencia.

En México Evalúa hemos trabajado con estadística georreferenciada para identificar los puntos en los que se concentra la violencia letal para distintas ciudades del país. Esto puede ser un componente de un sistema de alertas tempranas, porque son metodologías que pueden escalarse a modelos predictivos. Hemos hecho este trabajo para Ciudad de México y algunos municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Y, como dice el analista al que cito, nada es casual todo es causal. La concentración de homicidios en lugares específicos obedece a una serie de causas, en las que se puede intervenir para detener la violencia.

Del estudio que realizamos para Ciudad de México llamaba poderosamente la atención algo obvio para los capitalinos: que ciertas manzanas, incluso calles de la ciudad, son extremada y crónicamente violentas. Si lo sabía el mundo, la pregunta es por qué la autoridad no actuaba precisamente allí. Y parecería ingenuo que quisiéramos nosotros llegar a la comunidad o con los propios policías con “nuestras novedades”, cuando ellos viven a diario la situación, que sin embargo no cambia.

En el caso de los periodistas asesinados quizá las señales que nos hubieran permitido anticiparlo estaban puestas. Pero no las pudimos ver porque faltaba método para observar y autoridades dispuestas a intervenir oportunamente.

El problema es que de tanta violencia nos hemos acostumbrado a ella o, con más precisión, a pensar que es imbatible. Nuestra indiferencia parte de la creencia de que no podemos hacer nada. Pienso, sin embargo, que las cosas pueden ir por otro lado. Es factible la constitución de grupos, coaliciones que puedan presentar soluciones ante la autoridad, co crear con ella para atender lo urgente, en este caso la muerte de periodistas.

No podemos esperar una respuesta por parte del Gobierno federal. El presidente tiene arremangada la camisa no para gobernar, sino para pelear, paradójicamente, contra los periodistas. El presidente es un perpetrador de violencia, uno más.

Frente a lo que se viene, más vale que aportemos lo mejor de nosotros para tratar de detener lo peor.