Quitarle poder a Morena no soluciona el problema político

Por Edna Jaime (@ednajaime) | El Financiero

Lo que hemos visto en los primeros años de esta administración ya lo habíamos visto antes. La verdad, es el pan nuestro de cada día en nuestra vida política desde hace décadas. No nos engañemos. López Obrador no está cambiando el régimen político ni está emprendiendo una transformación sustantiva. Hace lo que han hecho sus antecesores: conservar la esencia de un sistema de privilegios, lealtades e impunidad. Quizá son otras las personas (muchas recicladas, por cierto) o grupos beneficiados, pero se conserva el enfoque de siempre: la política como monopolio o botín para quienes detentan el poder y los grupos satélites afines. Nuestra democracia electoral logró resolver muchos temas de la disputa por el poder, pero por sí misma no instauró un nuevo régimen.

Ésta es la idea fuerza del nuevo libro de Luis Rubio. Se intitula La nueva disputa sobre el futuro, lo publica Grijalbo. Me gusta esta idea porque va a una capa más profunda en el diganóstico de nuestra realidad. No se queda en identificar contrastes o aciertos en políticas públicas o enfoques de desarrollo de sucesivos gobiernos, sino que apunta al problema político (el que describí en el párrafo anterior) que subyace a nuestra incapacidad de desarrollarnos plenamente.

Esta reflexión es bien importante ahora que tenemos una cita próxima en las urnas. Veo en las boletas a los mismos de siempre. A los que tuvieron oportunidad de hacer transformaciones profundas pero se quedaron en la superficie; a los que una vez que llegaron al poder, decidieron recrear el statuo quo en lugar de transformarlo. Esta oferta política no me inspira.

Se han conocido algunas anécdotas de cómo se fueron construyendo las candidaturas, sobre todo las de la coalición PRI-PAN-PRD. Prevalecieron las prácticas de siempre. El hijo o pariente del político encumbrado se quedó con la candidatura, cerrando el espacio para otros perfiles, otros orígenes, y reduciendo la posibilidad de renovación. Esto indica que nuestro partidos de siempre siguen instalados en las lógicas de siempre. Si recuperan el poder, no esperemos nada distinto a lo ya visto.

El punto de partida es reconocer el origen del problema político, para resolverlo. Después, definir una ruta al desarrollo que sea la adecuada para el momento en que vivimos, en lo interno y en lo externo.

Entiendo perfectamente lo que está en juego en esta elección. No soy una idealista o una ingenua. López Obrador ha mostrado incapacidad para lidiar con asuntos básicos de gobierno. Parece que disfruta desafiando cualquier cosa que implique un límite al ejercicio del poder, incluso si se trata de la Constitución. Polariza, hostiga, destruye. Y no está resolviendo el problema político profundo, y que identifica Luis en éste y otros de sus libros. Todo lo anterior conforma el peor de los escenarios. Es difícil defender lo que teníamos en el pasado, pero el presidente nos está orillando a añorarlo. Qué lamentable paradoja.

Sin duda la elección del próximo 6 de junio es importante. Quitarle la mayoría al partido del presidente en la Cámara de Diputados acotaría su concentración de poder en alguna medida y resulta crítico hacerlo. Derrotar a Morena en las urnas quizá nos evite entrar en zonas de riesgo, pero no soluciona nuestro problema político. Nos regresa a lo que hemos tenido siempre.

Lo de siempre es crecimiento mediocre (nuestro equilibrio triste), oportunidades muy sesgadas para el acceso a derechos básicos; corrupción e impunidad rampantes, así como acceso a privilegios para pocos y exclusión para muchos.

La pregunta es si podemos cambiar ese equilibrio triste y cómo. Luis nos da las pautas conceptuales para hacerlo y vislumbra que son los ciudadanos los que podrían generar la tracción para impulsar la transformación necesaria.

El punto de partida es reconocer el origen del problema político, para resolverlo. Después, definir una ruta al desarrollo que sea la adecuada para el momento en que vivimos, en lo interno y en lo externo. Luis Rubio añade otro ingrediente indispensable: un gobierno que realmente funcione, que esté diseñado para resolver problemas públicos y no para crearlos o atizarlos.

En un entorno tan polarizado como el que vivimos, parecería muy remoto poder coincidir en algunos temas que definan un piso común que le dé sustento y orientación al modelo de desarrollo que deberíamos construir. Parecería que la disputa por el futuro está más viva que nunca. Y que tiene posiciones irreconciliables.

Pero antes de hacer cualquier afirmación tajante, creo que debemos esperar a lo que expresen los mexicanos en las urnas. A partir de ahí se abrirán las disyuntivas por las que debemos transitar.

Yo festejo la publicación del libro Luis Rubio. En estas líneas apenas jalo una hebra de su carrete argumentativo. No deja cabos sueltos en su análisis. Les sugiero que lo lean antes de acudir a votar. No sólo para calibrar lo que está en juego, sino también para reflexionar sobre la agenda que este país debe plantearse para dejar atrás el equilibrio triste y aspirar a más. Lo que podemos y merecemos lograr.