¿Mucho ruido, misma corrupción?

Edna Jaime / El Financiero

La cancelación del NAIM no vino acompañada de argumentos. El presidente electo pudo haber enumerado las razones que dieran sentido a su decisión. Pero no lo hizo porque no lo consideró necesario. Suele prescindir de la evidencia y de la técnica para sustentar su oferta de políticas  porque para él hay un mal mayor que es el origen de nuestra pesadumbre, y esto es la corrupción.

En medio de la nebulosa que acompañó su decisión de cancelar el NAIM, sugirió que en el proyecto había corrupción. Corrupción para tomar los terrenos del hoy aeropuerto de la ciudad y construir un desarrollo inmobiliario. Corrupción en la compra de terrenos adyacentes al nuevo aeropuerto; corrupción en contrataciones. Es posible que el presidente electo tenga información que lo lleve a hacer tales afirmaciones. Que el NAIM es el gran  negocio transexenal de un grupo poderoso, como él dice.

Lo llamativo es que decida cancelar el aeropuerto  y no haya una sola expresión de su parte que indique que iniciará un proceso de investigación formal para que quienes incurrieron en actos ilegales enfrenten eventualmente la justicia. De hecho, ha habido un vacío total de propuestas en materia de políticas y mecanismos anticorrupción. Paradoja grande cuando de ello, de corrupción y su combate, está hecho su discurso.

Este proceder recuerda las prácticas del viejo régimen, cuando las disputas se dirimían en la arena política y en el marco de las reglas no escritas pero no en el plano de las normas y las instituciones formales. Así parece ser en este caso. No se ve la intención de presentar ante la justicia a quien presuntamente violó la ley, sino de mostrar quién es el nuevo dueño del poder y hasta dónde puede llegar.

Esto tiene repercusiones muy importantes para el país porque nos vuelve a colocar ante la disyuntiva de intentar reconstruir los mecanismos de control político de nuestro pasado, o si avanzamos en  la construcción y fortalecimiento de instituciones clave para darle a nuestro país bases de gobernabilidad distintas. Lamentablemente, por lo que hemos visto hasta ahora, no hay duda de hacia dónde nos dirigimos.

Me preocupa particularmente la suerte del sistema anticorrupción. Los silencios de la próxima administración respecto a este tema son inquietantes. No ha habido una mínima expresión acerca de éste. Ni se le saluda, ni se le rechaza, sino todo lo contrario, como dirían los clásicos.

El Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) es una apuesta interesante y compleja porque se trata de construir Estado. Bajo la perspectiva que animó la creación del SNA, la corrupción es una manifestación de baja institucionalidad o de disfuncionalidad institucional, como se le quiera ver. Por eso, la apuesta central es fortalecer instituciones, a partir de mejores marcos normativos y de elevar sus capacidades. Esto necesariamente pasa por la profesionalización de sus cuadros.

La pregunta es ¿qué significan los silencios de AMLO y su equipo respecto al SNA?

Una respuesta es que simplemente no le guste el esquema. Por su origen, al ser una iniciativa ciudadana que se convirtió en una reforma constitucional y a siete leyes secundarias. Por su complejidad, porque implica un esquema imbrincado que requiere de coordinación y participación ciudadana. O porque no lo considere necesario, si cuenta con el acompañamiento de hombres buenos en las tareas de gobierno.

Lo cierto es que el abandono del SNA sería una señal más de la lógica que anima al próximo gobierno. No hay una apuesta por el fortalecimiento institucional porque la gobernabilidad del país se sustentaría en otros esquemas. Ya tuvimos esta semana una probadita de lo que significa.

El país atravesó por un proceso de desinstitucionalización, cuando el reino de las reglas no escritas se vino para abajo. Creo que podríamos estar en la antesala de un nuevo proceso de erosión institucional, pero ahora de la que nos dimos en los años de nuestra democracia. Instituciones incipientes, sesgadas, capturadas, cierto. Pero de eso justo se trataba el reto, de fortalecerlas y profesionalizarlas.

Espero estar profundamente equivocada en mis apreciaciones porque no me gustaría regresar al punto de partida de este largo y en ocasiones infructuoso, proceso de cambio político.

Por eso esperaría que el presidente sustentara sus dichos con pruebas y que si su mejor argumento para la cancelación del NAIM es la corrupción, que presente casos ante la justicia.

Si fue una manifestación de poder en un juego de vencidas, pobre México, con hombres fuertes e instituciones enquencles.