Las tres transiciones

Edna Jaime / Nexos

Abrir los diarios, ver los noticieros y visitar las redes sociales no es la mejor manera de alimentar el optimismo para escribir esta reflexión. Al contrario. Los problemas se acumulan y en muchos casos parecen empeorar cada día. Y la brecha entre esos problemas, la capacidad de nuestras instituciones y la voluntad y luces de nuestros liderazgos para resolverlos tampoco ofrecen muchos argumentos para la esperanza. Pero quienes trabajamos en la sociedad civil no podemos darnos el lujo de quedarnos en el enojo o sumirnos en la apatía que genera el pesimismo. Nos toca dar la lucha y en México Evalúa tenemos muy clara nuestra gran causa: construir Estado.

Construir Estado significa una labor ardua, lenta, difícil, que reclama por igual dosis elevadas de imaginación y paciencia. Pero es el único camino para llevar a nuestro país a un mejor futuro, al tan anhelado estatus de nación desarrollada. El problema es que hemos sido especialmente lentos y no hemos avanzado en línea recta y a paso redoblado, como quisieran los autores de tantos ensayos y estudios que han aportado su conocimiento en estas páginas. No. México avanza al desarrollo con lentitud, por momentos dudando de cada paso y, a veces, hasta dando algunos pasos hacia atrás de manera desesperante.

En los primeros años de nexos, el país vivía los dolores del fin del desarrollo estabilizador y comenzaba a padecer las crisis del populismo estatista. Durante los primeros diez años de vida de esta gran revista comenzó el debate sobre el futuro de nuestra economía. Esa fue nuestra primera transición: menos Estado y más mercado, abrirnos al mundo, apostarle al libre comercio, al capitalismo global. A esa primera transición le debemos un sector exportador pujante, empresas de origen nacional potentes en mercados globales e inversión foránea en nuestro país como nunca se había visto. Y le debemos también el hecho de que hoy muchos jóvenes mexicanos tienen una mentalidad competitiva que no le teme al mundo, sino que quiere ser parte de él y aportar su talento.

Las libertades de la apertura económica pronto se desbordaron a lo político y eso nos llevó a nuestra segunda transición. Las páginas de nexos fueron escenario de las reflexiones sobre la clase de democracia que queríamos ser. Pasamos así de un modelo cerrado, de partido único, a construir una democracia multipartidista. De la fractura de aquel régimen monolítico surgió el pluralismo y la competencia por el poder a través de elecciones libres, con un piso razonablemente parejo y árbitros razonablemente imparciales. Con todos sus defectos, fuimos capaces de construir instituciones electorales confiables que supervisaron ese tránsito pacífico a la democracia electoral.

Ni la primera ni la segunda transición fueron fáciles, o estuvieron exentas de enormes tensiones sociales y costos económicos. Pero al menos había un consenso básico de nuestras élites: “no podemos seguir así”. No podíamos seguir con el modelo de economía cerrada dando tumbos de crisis en crisis. No podíamos tampoco seguir fingiendo que éramos una democracia con un partido dominante y un gobierno administrando a cuenta gotas nuestras libertades.

México hoy está tratando de dar una tercera transición, con la misión de construir Estado. La esencia de nuestro atraso está en la falta de un Estado democrático de derecho. Si hoy en las páginas de nexos se habla de corrupción gubernamental, inseguridad rampante, homicidios y feminicidios, partidocracias cínicas y capitalismo de compadres es porque tenemos instituciones débiles que no son capaces de lo más elemental: castigar al delincuente, proteger al ciudadano, limitar el abuso de poder político y económico y sujetar a todas las personas al imperio de las mismas leyes. La crisis proviene de un desacuerdo fundamental de nuestras élites, porque en este estado de cosas hay muchos actores poderosos que pueden y prefieren vivir en un país sin ley y sin justicia. Por esa falta de consenso de las élites no han surgido los liderazgos que nos pueden guiar hacia la tercera transición.

Afortunadamente, a diferencia de las primeras dos transiciones hoy existe algo que no había antes en México: una sociedad civil más fuerte y decidida. Desde esa trinchera, cada vez somos más los mexicanos dispuestos a trabajar por instituciones que sean capaces de detener el abuso y hacer justicia. Y esa batalla ya no se da solamente en el grito de la protesta callejera o el señalamiento agudo de la columna de opinión. El análisis riguroso de políticas públicas, la generación de propuestas viables y el estudio profundo de costos y beneficios de alternativas de solución encuentra en las páginas de nexos un espacio privilegiado para empujar esa tercera transición, ese salto hacia un país en el que realmente todos tengamos la oportunidad de vivir en paz y construir prosperidad compartida.